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Se dice que el desarrollo del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos. Durante la siguiente hora exploraremos tanto nuestro privilegio como nuestra responsabilidad de asemejarnos al carácter de Cristo. Acompáñenos en esta poderosa hora de renovación personal mientras el Pastor Stephen Wallace nos lleva “De Gloria en Gloria”.
Bienvenidos otra vez, amigos. Estamos en la Lección 11, titulada “Justificados Por Su Sangre”. {Rom 5:9} Vamos a hacer una transición en este estudio, de la consideración de la etapa de la revelación en la misión doble de Cristo a la consideración de la etapa de la restauración en la misión doble de Cristo. Recuerden, el Padre envió al Hijo no sólo para revelar la gloria de Dios al hombre, sino ¿para qué más? Para restaurar la gloria de Dios en el hombre. Y confío en que recuerdan que la restauración dependía de la revelación.
¿Por qué? Porque sólo al contemplar podemos ser cambiados. Por lo tanto, Él tenía que revelarnos la gloria para que pudiéramos contemplarla y que, entonces, fuera restaurada en nosotros. Y aunque la gloria fue revelada desde el día que el hombre pecó, con el establecimiento del sistema de sacrificios – esos dos corderos que dieron sus vidas para que nuestros primeros padres fueran vestidos con vestiduras de piel {Gn 3:21} – esa no fue revelación suficiente. La revelación fue amplificada y embellecida en el santuario y sus servicios, {Éx 25:8} pero aún eso era sólo un tipo, y por lo tanto no era suficiente. Así que al cumplimiento del tiempo {Dn 9:24}, el tipo tuvo que encontrarse con el anti-tipo. Y cuando lo hizo, ¿cómo lo presentó Juan? “He aquí el Cordero de Dios”. {Juan 1:29.36} Y es ahí queridos amigos, en el Cordero – especialmente inmolado, pendiendo de la cruz – que contemplamos la gloria. {GC 651.2} Y en esto nos hemos estado enfocando – en nuestro último estudio, y en los anteriores.
Pero ahora quiero que consideremos qué es lo que la revelación hizo posible, y eso es la restauración. Alabado sea Dios porque nos reveló Su gloria en Cristo Jesús. Pero queridos amigos, alabado sea Dios también porque al hacerlo ahora puede restaurar Su gloria en nosotros. ¿Amén? {Amén} Aquí se vuelve emocionante. Aquí se vuelve emocionante.
Pero otra vez, las cosas espirituales son sólo ¿qué? Espiritualmente comprendidas. {1 Cor 2:13-14} De modo que antes de seguir adelante, ¿qué debemos detenernos a hacer? Personalmente, y subrayo la palabra personalmente – la oración conjunta es apropiada, es valiosa, pero no puede tomar el lugar de la oración personal. Así que por favor, personalmente inviten al Espíritu de Dios a sus corazones, y al orar, por favor acuérdense de su hermano.
Dios Padre, una vez más nos atrevemos a venir ante tu presencia en el nombre de Jesús. Te agradecemos porque basándonos en Su mérito tenemos una audiencia contigo. Te agradecemos por ayudarnos a contemplar Su gloria, especialmente en las últimas escenas de Su vida aquí en la Tierra. Pero Padre, ayúdanos a darnos cuenta de que Él fue a extremos infinitos para revelarnos Tu gloria, para que ahora Él pudiera restaurar Tu gloria en nosotros. Y Padre, ayúdanos a entender las formas por las cuales esto puede llevarse a cabo, y cómo hemos de cooperar con estos caminos de gracia. Padre, guía y dirige mis pensamientos y palabras, quiero hablar la verdad y solamente la verdad, la verdad que está en Jesús. Mediante el Espíritu de Verdad, es mi oración que obres un milagro y me permitas ser tu mensajero esta noche. Y es mi oración que la verdad se escuche, se entienda, se valore, y se ponga en práctica en la vida de todos los aquí presentes esta noche, que más que nunca antes experimentemos más plenamente su poder liberador y santificador. Haz esto posible mediante el Espíritu de Verdad, es mi oración en el nombre de Jesús. Amén.
Hay una línea más que quiero que consideremos rápidamente, de la oración del Señor. Y una vez más, ¿dónde está la oración del Señor? Juan 17. Señalamos los versículos 4 y 5, pero no llegamos al versículo 6. Hagámoslo rápidamente. Él dice en el versículo 4: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste para hacer .” Y luego ese pedido extraordinario en el versículo 5, “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” Y después sigue esa declaración extraordinaria que hace en el versículo 6: “He manifestado”, ¿qué? “Tu nombre… ” “He manifestado” ¿qué? “Tu nombre.”
¿Recuerdan nuestra primera noche juntos? Creo que fue la primera noche que estudiamos juntos. {L02, p. 4} Escuchamos esa conversación extraordinaria entre Moisés y Dios en el monte Sinaí. Y Moisés le dijo a Dios: “Te ruego, muéstrame Tu gloria.” {Éx 33:18} ¿Y qué dijo Dios? “Proclamaré el nombre de Jehová”. {Éx 33:19} Y llegamos a reconocer que en la proclamación de Su nombre, tenemos la revelación de Su gloria, la cual resultó ser Su carácter. Ciertamente Su nombre es simplemente la enunciación, la pronunciación de las virtudes que constituyen Su carácter. “¡Jehová! ¡Jehová! misericordioso y piadoso; sufriente , y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia para millares, que perdona la iniquidad, la trasgresión y el pecado y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado”. {Éx 34:5-7} Éstas son las virtudes que constituyen el carácter de Dios. Pero es interesante que en el monte Sinaí, lo mejor que Dios pudo hacer fue proclamar Su nombre mediante la palabra. ¿Están captando esto? Pero ¿fue esa revelación suficiente? No.
El nombre proclamado tenía que convertirse en el nombre manifestado. El Verbo tenía que hacerse carne. {Juan 1:14} ¿Se dan cuenta de eso?
Porque, cuando uno proclama algo, ¿cómo lo comunica? Mediante la palabra, verbalmente. Cuándo uno manifiesta algo ¿cómo lo comunica? Lo desarrolla en la vida. ¿Ven lo que Jesús está diciendo aquí cuando dice: “He manifestado Tu nombre”? Está diciendo: “Te he personificado, Padre. He revelado Tu carácter en mi vida entera. He manifestado todas esas virtudes que constituyen Tu carácter.” Y en última instancia, ¿dónde lo manifestó? Al pender de la cruz, queridos amigos. Contemplemos a Cristo y a Él crucificado. {1 Cor 2:2} ¿Acaso no lo vemos, acaso no tenemos evidencia irrefutable e innegable que ciertamente el Señor, Jehová, Dios es misericordioso y piadoso; sufriente , grande en misericordia y verdad; guarda misericordia para millares, perdona la iniquidad, la trasgresión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado? ¿Acaso no fue revelada perfectamente Su justicia, así como Su misericordia, en Cristo y en Él crucificado? ¿Amén?
¿Cómo puede Dios perdonar al culpable? ¿Lo hace simplemente ignorando su pecado y escondiéndolo debajo de la alfombra? No. Ha tomado nuestros pecados y los ha colocado sobre la cabeza inocente de Su Hijo. {Is 53:6} Y cumplió todos los requisitos de la ley para todo pecado cometido por nosotros. Y ahora, porque la justicia fue cumplida sobre la cabeza del Cordero, la misericordia puede fluir inagotablemente sobre nuestras cabezas al venir al pie de la cruz y recibir el Cordero por fe, como nuestro Salvador. ¿Amén? Tanto la justicia como la misericordia de Dios son perfecta y plenamente reveladas en Cristo y en Él crucificado; así como también todo otro atributo de Su carácter.
De modo que, con su último aliento de vida, ¿qué le dice Cristo al Padre? “Consumado es.” Oh, amo esa exclamación de victoria. Juan 19:30; al principio de la página 25: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó Su espíritu.” En otras palabras, murió. “Consumado es.” ¿A quién se dirigía? Al Padre. ¿A qué se refería? A todo lo que había sido enviado a cumplir en el planeta tierra. ¿Qué está diciendo en esencia? “Misión cumplida. Lo logré Padre. Hice todo lo que me pediste que hiciera. Consumado es.”
Ahora analicemos esto juntos. El Padre, como ya lo hemos señalado y establecido partiendo de las Escrituras, había enviado al Hijo a una misión doble, ¿verdad? ¿Cuál era esa misión doble, alumnos? Anímense; ¿para qué fue enviado?
Para revelar la gloria de Dios al hombre, ¿y qué más? Para restaurar la gloria de Dios en el hombre.
Ahora todos podemos reconocer fácilmente, espero – particularmente después de estos últimos estudios – cómo Su misión de revelar la gloria de Dios al hombre, fue sin duda consumada, se cumplió totalmente al momento de Su muerte. De hecho, fue mediante la virtud de Su muerte que estaba agregando los toques finales infinitamente gloriosos al cuadro hermoso que Su vida entera había estado pintando, ¿cierto? Pero al hacer ese sacrificio infinito, y al sufrir infinitamente por amor al hombre, fue una revelación completa del resplandor de la gloria de Su Padre. {Heb 1:3} Reveló un carácter infinitamente perfecto. De modo que esa exclamación de victoria: “Consumado es”, ciertamente, ciertamente comprende la primera etapa, la etapa de la revelación.
Mi pregunta para ustedes es, ¿comprende también la segunda etapa? ¿La etapa de la restauración? Tengo a la congregación dividida y la mayoría de ustedes son tímidos, y no dicen nada. Unos están diciendo “no”, y otros están diciendo “sí”, muy discretamente. ¿Entienden la pregunta? Esa exclamación de victoria: “Consumado es”, todos reconocemos que comprende la etapa de la revelación, ¿cierto? Es decir, todos podemos ver eso. Al momento de Su muerte, sin duda en virtud de Su muerte, había revelado perfectamente, plena y completamente la gloria de Dios, el carácter de Dios a la raza humana, como también al universo entero.
A propósito, hay una dimensión cósmica en lo que está sucediendo aquí. {PK 684.3}
Pero mi pregunta es, esa exclamación de victoria, “Consumado es”, ¿comprende también la etapa de la restauración? No sólo vino a revelar la gloria de Dios al hombre, sino también a restaurar la gloria de Dios en el hombre. Unos dicen “no” y otros dicen “sí”. Queridos amigos, espero que todos veamos y estemos de acuerdo en que la respuesta es sí. Los que dijeron “no”, por favor, antes de que me consideren un hereje, vengan y razonemos juntos, {Is 1:18} ¿está bien? Analicemos esto juntos. Creo de todo corazón, que esa exclamación de victoria: “Consumado es”, comprendió no sólo la etapa de la revelación, sino también la etapa de la restauración. ¿Cómo? ¿De qué manera? ¿De qué manera restauró Cristo plenamente la gloria de Dios en el hombre, al momento de Su muerte? ¿De qué manera?
De dos maneras – analicémoslo juntos. Primeramente, al momento de Su muerte, restauró plenamente la gloria de Dios en el hombre porque lo hizo en sí mismo, como nuestro representante. ¿Estamos siguiendo esto? ¿Podemos verlo? Tenemos que aceptarlo porque si estamos de acuerdo en que Cristo nos reveló plenamente la gloria de Dios, tenemos que reconocer que la había restaurado plenamente en sí mismo para hacer eso. ¿Cierto? ¿Y era Él un hombre? ¿Lo era? Sí, era un hombre. era el segundo Adán {1 Cor 15:45-47}, la cabeza de una nueva raza, un representante. Y queridos amigos, Él restauró plenamente la gloria de Dios en sí mismo a favor nuestro. ¿Decimos “amén”? {Amén}
Permítanme establecer eso con pluma inspirada. Atlantic Union Gleaner, 26 de agosto, 1903: “Vino”, Él, Dios, el Hijo, Cristo Jesús, “Vino a esta tierra y se colocó a la cabeza de la humanidad,” el segundo Adán, la nueva cabeza de la nueva raza. “Vino a esta tierra y se colocó a la cabeza de la humanidad, para obrar por nosotros un carácter inmaculado mediante la obediencia a la ley de Dios.”
Pregunta: ¿Había hecho eso al momento de Su muerte? ¿Lo había hecho? Vamos, necesito una respuesta. ¿Había hecho eso al momento de Su muerte? Sí, absolutamente, sin duda alguna. Había obrado por nosotros un carácter inmaculado mediante la obediencia a la ley de Dios. Por lo tanto, había restaurado plenamente la gloria de Dios en el hombre, puesto que lo hizo en sí mismo y como nuestro representante. ¿Estamos siguiendo esto? Bien.
Sin embargo, hay una segunda manera. Hay una segunda manera por la cual aún la etapa de la restauración se cumplió al momento de Su muerte; y no se pierdan esto. También se cumplió al momento de Su muerte porque por virtud de Su muerte, estaba libre y fácilmente poniendo al alcance de quienquiera que venga y la acepte, toda condición necesaria por la cual la gloria de Dios puede ser restaurada en nosotros, por causa de Cristo. Permítanme repetirlo: La segunda manera en la cual Cristo restauró la gloria de Dios en el hombre… La segunda manera en la cual Cristo restauró la gloria de Dios en el hombre, fue que al momento de Su muerte, ciertamente por virtud de Su muerte, estaba plena y libremente poniendo al alcance de quienquiera que viniera y la recibiera, toda condición necesaria por la cual la gloria de Dios puede ser restaurada en nosotros por causa de Cristo.
Vamos a resumirlo de esta manera: Cristo restauró la gloria de Dios en sí mismo por nuestra causa, e hizo completa y plenamente lo necesario para que Su gloria pueda ser restaurada en nosotros, por causa suya.
¿Les está ayudando esto? ¿Se dan cuenta de cómo funciona? Lo repetiré: Cristo restauró plenamente la gloria de Dios en sí mismo por nuestra causa, como nuestro representante, pero también hizo plena y completamente lo necesario para que Su gloria pueda ser restaurada en nosotros, por causa suya. ¿Está bien?
Ahora, estas condiciones plenas y completas que, por virtud de Su muerte, han quedado fácilmente al alcance de quienquiera que venga y las reciba – ¿cuál es esta condición plena y completa? Es doble. Es ¿qué, alumnos? Es doble. Y éste es el tema de nuestros siguientes estudios. ¿Cuál es esta condición doble de gracia? Yo creo de todo corazón que la tenemos simbolizada en lo que sucede sólo minutos después de la exclamación de victoria: “Consumado es”. Sigamos con la historia en Juan 19:34. Voy a buscar el pasaje en mi Biblia porque quiero ir un poco más allá. Juan capítulo 19, tal vez querrán ir a sus Biblias también. Con el fin de orientarnos, empecemos a leer desde el versículo 30, ¿está bien? Juan 19:30: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó Su espíritu.” Versículo 31: “Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua,” ¿qué día era? Viernes. “…a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de descanso (pues aquel día de descanso era de gran solemnidad)” – detengámonos aquí.
¿Qué es lo que hace que un día de descanso sea de gran solemnidad? Es cuando una de las fiestas solemnes, las cuales se celebran en determinada fecha, y por consiguiente caen en diferentes días de la semana, como la Navidad: un año cae en lunes, al siguiente año cae en martes, y al siguiente en miércoles. Las fiestas solemnes se celebraban en determinada fecha, y por lo tanto rotaban alrededor de la semana. Y cada siete años, inevitablemente caían en el séptimo día. Y eso hacía que el Sábado fuera de gran solemnidad. ¿Entendemos esto? Ahora, los Sábados de gran solemnidad eran muy especiales, y uno quería guardarlo de una manera muy especial. De modo que los guardianes profesionales del Sábado , ¿por qué estaban tan nerviosos y ansiosos? Porque no hubieran cuerpos en una cruz – no podían dejarlos ahí y guardar el Sábado.
Así que escuchen: “por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de descanso (pues aquel día de descanso era de gran solemnidad), rogaron a Pilatos que les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.” Ahora, ¿por qué querían que les quebrasen las piernas? Para que murieran más rápido y pudieran llevarse los cuerpos y enterrarlos rápidamente antes de que llegara el Sábado. Porque, dense cuenta, no querían quebrantar el Sábado, así que están apurados por bajar de la cruz al Señor del Sábado, {Mc 2:28} a quien acaban de crucificar, para no quebrantar el Sábado.
Queridos amigos, por favor no piensen que este tipo de hipocresía es dominio exclusivo de escribas y fariseos. Nosotros también somos capaces de manifestar este tipo de hipocresía. ¿Están dispuestos a reconocer eso? Aquí se manifiesta la naturaleza humana; así somos todos. Usualmente, la muerte por crucifixión es muy larga, y terriblemente dolorosa. Pero si se quiebran las piernas, la víctima ya no tiene en qué apoyarse. Las piernas, por supuesto, ya no lo sostendrán si están quebradas. Por lo tanto, todo el peso del cuerpo queda pendiendo de los brazos, hay una constricción del pecho y uno se sofoca pronto, no puede respirar. Ahora, en el caso de los ladrones, fue muy misericordioso hacer esto porque murieron más rápido. Pero observen lo que dice la historia; versículo 32: “Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.”
A propósito, no podían. ¿Por qué? Porque había una profecía que decía que ninguno de sus huesos sería quebrado. {Sal 34:20} Las Escrituras no mienten.
Pero solo para estar seguros, porque tal vez sólo estaba en coma o inconsciente, ¿qué hizo uno de los soldados? Versículo 34: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante”, escuchen amigos; “al instante”, ¿qué ocurrió? “salió sangre y agua.” Ahora, es muy importante que observemos cuán importante es para Juan, que sepamos con certeza que esto realmente ocurrió. Veamos el siguiente versículo: “Y el que lo vio da testimonio”. ¿Qué nos está asegurando ahí? “Que es un informe de un testigo ocular, no son rumores; lo vi con mis propios ojos.“ Siguiente línea: “y su testimonio es verdadero;” “les estoy diciendo la verdad; les estoy diciendo exactamente lo que personalmente vi.” Es muy importante para él que tengamos la garantía de que esto ocurrió, ¿no es así? Siguiente línea: “y él sabe que dice la verdad”. “No tengo duda alguna en mi mente, en absoluto, les estoy diciendo la verdad, yo mismo lo vi. Sangre y agua fluyeron del costado abierto de Jesús.” Obviamente es importante para él que sepamos que eso ocurrió, ¿no es así? ¿Por qué? Siguiente línea: “para que vosotros también creáis.” Bueno está bien, pero Juan, por favor, ¿por qué es tan importante que creamos sin sombra de duda, que sangre y agua fluyeron del costado abierto de Jesús? ¿Por qué es tan importante?
Algunas personas dicen, bueno pues eso simplemente establece el hecho de que Cristo era el Mesías, porque todo detalle de la profecía se cumplió. Y sí, eso es parte de la repuesta; vean el siguiente versículo: “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: ‘Ningún hueso Suyo será quebrado.'” Versículo 37: “Y también otra Escritura dice: Mirarán al que”, ¿qué? “al que hirieron.” {Za 12:10}
Pero por favor observen que Juan quiere que sepamos no sólo que fue herido, sino también que ¿qué ocurrió? Que sangre y agua fluyeron. Ahora, toda la profecía habla de que sería herido. Así que obviamente, el hecho de que sangre y agua fluyeron es más importante que simplemente el cumplimiento de una profecía. ¿Están captando esto? ¿Todos se dan cuenta de esto? Y es claramente importante para Juan que sepamos, sin sombra de duda, que sangre y agua fluyeron del costado abierto de Jesús.
Bien, ¿por qué Juan? ¿Por qué es tan importante? Queridos amigos, es muy, muy importante precisamente porque en la sangre y en el agua tenemos hermosamente simbolizada la condición doble de gracia absoluta, por la cual la gloria de Dios puede ser restaurada en nosotros, por causa de Cristo. ¿Decimos “amén”? {Amén} En la sangre y en el agua tenemos simbolizada la condición doble de gracia – la condición doble de gracia absoluta, por la cual la gloria de Dios puede ser restaurada en nosotros, por causa de Cristo.
Ahora analicemos esto juntos, por favor. Esto es tan emocionante; es una verdad tan preciosa. La sangre y el agua pueden, ciertamente deben, distinguirse, pero no pueden, jamás deben separarse. No pueden separarse; jamás deben separarse. ¿Entienden lo que acabamos de decir? La sangre y el agua pueden distinguirse, pero no pueden, no deben separarse, …no deben. Fluyen del mismo costado abierto. Forman parte de la condición doble del mismo Salvador bondadoso. Y a propósito, la misma fe que acepta la sangre también aceptará el agua. La sangre y el agua es adonde vamos a enfocar nuestra atención en esta parte de nuestro seminario. Y es esta condición doble que hace posible la restauración. ¿Ven adónde vamos?
La sangre, ¿qué hace la sangre?
¿Cuál es el título del estudio de esta noche? ¿Cuál es? “Justificados En Su Sangre”. {Rom 5:9} ¿Qué hace la sangre? Nos justifica. ¿Qué suponen que hace el agua? Nos santifica. La sangre justifica, el agua santifica.
Queridos amigos, por favor, analicemos esto diligentemente para entender esta condición doble. Ahora, vamos a tener que ir paso a paso. Y quiero que sepan que me siento un tanto incómodo haciendo esto, porque, en cierto sentido, las estoy separando con el simple hecho de estudiar una primero, y luego la otra. Así que les animo vehementemente a que se aseguren de regresar para terminar el resto de la historia sobre el agua. Primero nos vamos a enfocar en la sangre, y llegar a entender lo que la sangre hace, pero por favor dense cuenta, que esto es solamente la mitad de la condición doble de gracia. También tenemos que entender y apreciar lo que hace el agua. ¿Seguimos esto? De modo que puedo deducir que cuando deciden quedarse para el estudio de la sangre es un compromiso para regresar para los estudios sobre el agua, ¿verdad? ¿Puedo inferir eso? Porque si no puedo inferir eso, tendré que predicar toda la noche y mantenerles aquí hasta que tengamos el cuadro entero. Bien.
Bueno, la sangre, comencemos con la sangre. Primeramente, ¿qué hace la sangre? Pregunta importante. Bueno no, hagamos una pregunta más básica. ¿Qué representa la sangre? ¿Qué representa? La vida, bien. Las Escrituras dicen: “La vida en la sangre está”. {Lv 17:11} De modo que la sangre de Cristo representa la vida sustitutoria de Cristo. ¿Cierto? Esa vida de perfecta obediencia. Pero ¿es eso todo lo que la sangre representa? Derramamiento de sangre, ¿qué representa eso? Muerte, muerte. Así que por favor entiendan que la sangre de Cristo – esto es importante; no estamos perdiéndonos en detalles. Por favor entiendan que la sangre de Cristo representa la vida sustitutoria y la muerte sacrificial de Cristo Jesús, ambas. ¿Están siguiendo esto?
Ahora, si quieren que les dé algunos términos teológicos, lo podemos decir de esta manera: la sangre representa tanto la obediencia activa como la pasiva de Cristo. Ahora permítanme explicarles eso. “La obediencia activa de Cristo”, ¿qué es eso? Es Su vida de obediencia deliberada, a conciencia, a todas las demandas de la ley, en nuestro favor.
Por ejemplo: Cuando bajó al río Jordán a ser bautizado, ¿qué le dijo Juan? “No yo a Ti, Tú a mí.” Y Jesús le respondió: “Deja ahora, porque así conviene” ¿qué? “que cumplamos toda justicia.” {Mt 3:15} Muy interesante. Jesús estaba ansioso por ¿qué? Por cumplir toda justicia. En otras palabras, estaba ansioso por cumplir toda demanda de la ley justa, ¿en favor de quién? ¿Se iba a bautizar en favor propio? ¿Necesitaba ser bautizado? ¿Necesitaba pasar por esa ceremonia que manifiesta limpieza del pecado, morir al yo? ¿Necesitaba hacer eso por sí mismo? No. Entonces, ¿en favor de quién estaba siendo bautizado? En favor nuestro. Estaba cumpliendo toda demanda de la ley en favor nuestro. Y su vida entera fue una vida de obediencia deliberada, consciente a toda demanda de la ley en favor nuestro. A esto le llamamos “Su obediencia activa.” ¿Me explico? Y esto se encierra en Su sangre, porque la vida en la sangre está – esa vida de perfecta obediencia activa, está simbolizada en la sangre de Cristo. ¿Está bien? ¿Quedó claro?
Ahora, la sangre como representación de la muerte sacrificial de Cristo, ésa es “Su obediencia pasiva”. ¿Qué queremos decir con obediencia pasiva? Bueno, ésa es Su muerte. Pablo dice en Filipenses que fue obediente hasta la muerte, y muerte en la cruz. {Flp 2:8} Pero ¿se crucificó a sí mismo? No, permitió ser crucificado. Es por eso que se le llama obediencia pasiva; se lo hicieron a Él. Estaba cumpliendo la demanda de la ley con respecto a la desobediencia al permitir que fuera crucificado, asesinado. ¿Están siguiendo esto? A esto lo llamamos “Su obediencia pasiva.”
Entonces, ¿qué representa la sangre? Tanto la vida sustitutoria como la muerte sacrificial de Jesús, tanto Su obediencia activa como la pasiva. ¿Quedó claro? Bien. Ahora, ¿qué hace la sangre por nosotros? ¿Qué hace la sangre por nosotros? Nos justifica. ¿Decimos “amén”? {Amén} Romanos 5:9, el texto del cual obtenemos el título de nuestro estudio: “Pues mucho más, estando ya justificados en”, ¿qué? “su sangre, por él seremos salvos de la ira.” “Por él seremos salvos de la ira.” ¿Se dan cuenta? Por virtud del derramamiento de Su sangre, Cristo agotó la ira contra el pecado en sí mismo para que nosotros, al aceptar la sangre, no tengamos que recibir la ira, ¿amén? De eso trataba la copa. {Mc 10:38-39} No tenemos que beber el cáliz porque Jesús lo bebió, y bebió hasta el final. Agotó la ira, la justicia de Dios contra el pecado en favor nuestro. {5BC 1108.3}
Ahora, justificados: estar justificado significa estar libre de condena. Según lo dicen las Escrituras en Hebreos 9:22: “…y sin derramamiento de sangre no”, ¿no qué? “no se logra remisión.” Sin embargo, rápidamente permítanme preguntarles algo aquí. Y hay una lucha muy real en ciertas áreas e instituciones de esta iglesia a las cuales se les ha dificultado mucho este concepto. “Sin derramamiento de sangre no se logra remisión.” ¿Significa eso que tenemos un Dios sediento de sangre? La razón por la cual algunas personas tienen un gran problema con este concepto, con que tiene que haber un derramamiento de sangre antes de que Dios pueda perdonar, es porque inmediatamente lo equiparan con el concepto pagano, en el cual hay que estrangular un animal, hay que degollarlo para apaciguar a una deidad airada y, ya saben, escapar de su ira, y debe ver sangre fluir antes de perdonar. ¿Es eso lo que está pasando aquí? Queridos amigos, por favor dense cuenta de que la razón por la cual no hay perdón, ni remisión del pecado, sin que haya derramamiento de sangre, no es porque tengamos un Dios vengativo, sediento de sangre. No. Entonces, ¿qué es?
Bueno, rápidamente, ¿qué es el pecado? Es la elección de rechazar a Dios. Porque cuando uno elige rechazar la autoridad de Dios, uno elige rechazar a Dios. ¿Por qué? Porque Dios es autoridad. Y el pecado es el rechazo a la autoridad de Dios, es la trasgresión de la ley de Dios. {1 Juan 3:4} Ahora, cuando uno elige rechazar la autoridad de Dios, ya que uno está eligiendo rechazar a Dios, ¿qué está eligiendo uno? La muerte. ¿Por qué? Porque Dios es la única fuente de vida. ¿Se entiende esto? Por lo tanto, cuando uno peca, uno ha elegido morir. ¿Quedó claro? Dios estaba tratando de impedir que hiciéramos eso al decirle a nuestros primeros padres: “El día que de él comieres, ciertamente”, ¿qué? “morirás.” {Gn 2:17} Y aún así eligieron comer de él, por lo tanto, eligieron ¿qué? Morir.
Ahora… queridos amigos, la razón por la cual Dios no puede pasar por alto nuestra elección es porque si hiciera eso, estaría violando nuestro libre albedrío. Recuerden, la justicia requiere que nuestra elección se respete. De modo que cuando el hombre eligió pecar, Dios estaba en un gran apuro. Si simplemente lo hubiera pasado por alto y hubiera dicho: “Bueno, te voy a perdonar; no voy a permitir que mueras.” ¿Quién se hubiera presentado ante todo el universo? Gritando a todo pulmón: “¡Se los dije! Somos un montón de robots. Eligieron la muerte y Dios ni siquiera les permite morir.” ¿Quién hubiera hecho eso? Satanás. No crean que hubiera dejado pasar esa oportunidad. Así que queridos amigos, precisamente por esto no hay perdón del pecado sin derramamiento de sangre, porque algo, alguien, tiene que morir para respetar nuestra elección… ¿Me explico? …para ser perdonados, y a la misma vez preservar nuestro libre albedrío. ¿Quedó claro? Es por eso que viene Cristo Jesús, y se lleva la consecuencia de nuestra elección, y derrama Su sangre para cumplir la demanda de la ley, la cual dice: “El alma que pecare”, ¿qué? “morirá.” {Ez 18:4.20} Y por consiguiente respeta nuestra elección y nos da la oportunidad de elegir otra vez. Es muy importante que captemos y entendamos esto. Ahora regresemos a lo que hace la sangre: Nos justifica, ¿bien? Nos justifica. Alabado sea Dios por la sangre; ¿qué dicen ustedes? {Amén} Somos justificados por la sangre. Pero amigos, es imposible decir “amén” tan entusiastamente como deberíamos a menos que entendamos algunas cosas primero.
Permítanme ilustrarlo: Si saliera a las calles del pueblo después de esta reunión, y me encontrara con un desconocido, me acercara a él y le dijera, “Escuche amigo, sólo quiero que sepa que usted ha sido justificado por la sangre de Cristo.” Puedo esperar que respondiera: “Oh, muchas gracias. Me complace saberlo; estoy profundamente agradecido por lo que me ha dicho.” ¿Puedo esperar ese tipo de respuesta? No; ¿por qué? Bueno, hay algunas cosas que debe entender primero. ¿Verdad?
¿Qué necesita entender? Primeramente, debe entender que está bajo condena, bajo una condena de muerte, ¿cierto? Y necesita ser justificado. En segundo lugar, tiene que entender lo que se requiere de él para ser justificado. Si no se requiere mucho, entonces no va a apreciar en gran medida que la sangre cumple la demanda. ¿Están siguiendo la lógica? De modo que no sólo debe entender lo que se requiere para ser justificado, sino que tiene que entender que es totalmente incapaz de cumplir esa demanda por sí mismo. ¿Tiene sentido? Cuando entienda estas cosas, entonces, y sólo entonces, estará en posición de verdaderamente apreciar el hecho de que mediante la sangre se cumple la demanda que él no puede cumplir, y es justificado y rescatado de la condena de muerte segura que sus pecados trajeron sobre él.
Ahora, eso que vale para el desconocido en el pueblo, también vale para cada uno de nosotros aquí presentes. Y queridos amigos, la razón por la cual tantos de nosotros nos quedamos anonadados con respecto a las preciosas buenas nuevas del Evangelio, de que mediante la sangre de Cristo somos justificados, es porque nosotros mismos no entendemos esas cosas. ¿Están siguiendo esto? Necesitamos entender estas cosas. Así que por favor analicemos esto juntos.
Primeramente, ¿reconocemos todos que estamos condenados? Espero que todos lo reconozcamos. ¿Por qué estamos todos condenados? Porque “todos pecaron”, y “la paga del pecado es”, ¿qué? “la muerte”. {Rom 6:23} “El alma que pecare” ¿qué? “morirá”. {Ez 18:4.20} ¿Entienden lo que se requiere de nosotros para ser justificados? ¿Y entienden que somos totalmente incapaces de cumplir esa demanda? Analicémoslo. ¿Qué se requiere de nosotros para ser justificados? ¿Qué se requiere de nosotros para ser justificados? Estoy escuchando partes de buenas respuestas. Permítanme leerles qué se requiere de nosotros para ser justificados. Y puede que esto les preocupe a algunos de ustedes, pero está bien. Romanos 2:13. Esto lo escribió el apóstol Pablo: “…porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley los que serán justificados.” ¿Qué se requiere de nosotros para ser justificados? Vamos, ¿qué se requiere? Debemos ser hacedores de la ley. ¿Entendemos todos esto? No lo estoy diciendo con autoridad propia. Lo estoy diciendo con la autoridad que tienen las Escrituras. Los hacedores de la ley serán justificados. ¿Está bien?
Si tienen problema con eso, su problema no es conmigo, es con Pablo. Eso casi suena a ¿qué? “Los hacedores de la ley serán justificados”. Eso casi suena a ¿qué? A justicia por obras, ¿no es cierto? ¿Acaso se equivocó Pablo? ¿Ha regresado a su modo farisaico? ¿Se equivocó? ¿Se ha hecho legalista? En Romanos 3:20… ¿Se ha equivocado aquí en Romanos 2:13? No queridos amigos. “Toda la Escritura está dada por inspiración divina” {2 Tim 3:16}, incluyendo Romanos 2:13. Por favor entendamos algo. Esto no es legalismo, no en este momento. Entramos al terreno del legalismo cuando nosotros tratamos de cumplir la demanda y por consiguiente ser justificados. ¿Decimos “amén”? {Amén}
Dios es justo y justificador {Rom 3:26}; ¿qué quiere decir eso? Eso quiere decir que Dios no justifica a nadie a costa de la ley. Él respeta las demandas de la ley en el proceso de justificarnos. Eso es el todo de la vida y muerte de Jesús. ¿Decimos “amén”? {Amén} Él es un hacedor de la ley en favor nuestro, de modo que por Sus hechos y Su muerte seamos justificados. ¿Quedó claro? Dios no justifica a nadie a costa de la ley. La belleza del plan de salvación es que ha dejado disponible el cumplimiento perfecto de la ley en favor nuestro, mediante la fe en Cristo Jesús. Se llama la justicia por, ¿qué? por la fe. Se llama la justicia por la fe. Oh amigos, por favor, por favor entiendan esto.
Ahora, sólo los hacedores de la ley serán justificados; desmenucemos esto. ¿Cuál es la demanda de la ley… de la cual debemos ser hacedores para ser justificados? Primeramente, ¿qué demanda la ley con respecto a cualquiera que haya pecado? Ezequiel 18:4: “…el alma que pecare,” ¿qué? “esa morirá.” ¿Ha pecado alguno de nosotros? Gracias hermano, me da gusto que hayamos dos. Esta noche el resto de ustedes son ángeles disfrazados. ¿Ha pecado alguno de nosotros? Bien. Todos hemos pecado. {Rom 3:23} Bien. Todos hemos pecado. ¿Y cuál es la paga del pecado? Romanos 6:23, muerte, ¿está bien? Ahora, puesto que todos pecamos y puesto que la demanda de la ley es la muerte, si hemos pecado, si queremos ser hacedores de la ley, lo cual debemos ser para ser justificados, ¿qué tenemos que hacer? Tenemos que morir por nuestros pecados. ¿Entendemos esto? Sólo los hacedores de la ley son justificados. La ley dice que si hemos pecado, debemos morir por nuestros pecados. Si vamos a ser hacedores de la ley como pecadores, ¿qué tenemos que hacer? Tenemos que morir por nuestros pecados. Eso no se puede discutir.
Pero alabado sea Dios porque hay dos maneras por las cuales podemos cumplir esa demanda. ¿Decimos “amén”? {Amén} Primeramente, podemos elegir cumplirla nosotros mismos. Y ustedes saben, lo absolutamente increíble y asombroso es que la gran mayoría de la raza humana hará justamente eso. Elegirán cumplir ellos mismos la demanda de la ley contra el pecado . Qué locura, qué locura increíble. ¿Y qué tendrá que hacer Dios el Padre, si insistimos en morir por nuestros pecados? ¿Qué tendrá que hacer? Tendrá que dejarnos morir eternamente por nuestros pecados. ¡Por favor no hagan esa elección! Por favor no hagan esa elección.
A un precio infinito para Él y Su Hijo, nos ha dado una alternativa hermosa. Una opción: Podemos elegir aceptar por fe, la sangre de Jesús, ya que representa Su muerte sacrificial, y mediante la fe en Su sangre, podemos cumplir la demanda de la ley contra nuestros pecados – porque Jesús ya murió por nuestros pecados. ¿Decimos “amén”? {Amén} No murió por Su pecado. Todos nuestros pecados le fueron atribuidos a Él, y murió por ellos para cumplir la demanda de la ley en nuestro favor. Por favor elijan aceptar Su sangre por la fe ya que representa Su muerte sacrificial, para que la demanda de la ley con respecto a nuestros pecados, se pueda cumplir en nuestro favor por fe en la sangre de Jesús. ¿Quedó claro? Pero no hemos terminado; no hemos terminado.
Recuerden que la sangre no sólo representa la muerte sacrificial, la sangre también representa ¿qué? La vida sustitutoria. ¿Cómo encaja esto? Esperen; analicemos esto. La demanda de la ley no es sólo que toda desobediencia sea pagada totalmente, la ley también requiere que tengamos una obediencia ¿cómo? perfecta. ¿Me están siguiendo? ¿Cuán perfecta? Cuando Jesús estaba predicando acerca de la ley en el sermón del monte, resume ese estudio extraordinario con estas palabras en el versículo 48, Mateo 5:48: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Pero eso es de esperar; después de todo, ¿qué es la ley? Es la trascripción del carácter de Dios. {RH, Feb 4, 1890 par. 1} ¿Cuán perfecto es Dios? Infinitamente perfecto. Por lo tanto, ¿cuán perfecta es la norma? Infinitamente perfecta. ¿Están captando el lenguaje que estamos usando aquí? …es adrede.
Escuchen; Palabras de Vida del Gran Maestro, página 315: “Dios exige que sus hijos sean perfectos. Su ley es una copia de Su propio carácter, y es la norma de todo carácter. Esta norma infinita”, ¿qué tipo de norma, alumnos? “Esta norma infinita es presentada a todos a fin de que no haya equivocación respecto a la clase de personas con las cuales Dios ha de formar su reino.” La ley es una norma infinita. Salmo 119:96, escuchen a David: “A toda perfección he visto fin; amplio sobremanera es tu mandamiento.” Va más allá de toda medida, es infinito.
Manuscritos, Tomo 21, página 409, escuchen: “Como pueblo escogido de Dios, hemos de ser en todo sentido lo que Él desea que seamos. Hemos de rendir una obediencia estricta a la ley que Cristo pronunció en el Sinaí. Ésta ley es la norma del carácter de Dios, y no puede haber comparación entre ella y lo que la mente humana pueda concebir. Es una norma inmutable de perfección absoluta, establecida por el Dios infinito. Sin ayuda, la mente humana no puede comprenderla. Como expresión del carácter de Dios, es tan alta como el cielo y desmedida…” ¿Qué tipo de norma es? Desmedida, infinita.
Aquí hay otra cita sólo para que quede bien claro. Mensajes Selectos, Tomo 1, página 198: “La perfección de Dios es absoluta. Esa perfección caracteriza todas sus obras, todas sus leyes. Así como es Dios, así debe ser Su pueblo.” ¿Como qué suena eso? Como las palabras de Jesús: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Queridos amigos, ¿oyen la demanda de la ley? ¿La oyen? Demanda perfección igual a la de ¿quién? A la de Dios. ¿Es suficiente oírla? No, no, no, no, no. No son justificados los oidores de la ley, sino los ¿qué? Los hacedores de la ley. {Rom 2:13}
El señor tenga misericordia , les tengo una pregunta. ¿Dónde nos encontramos? ¿Dónde nos encontramos en esta norma infinita? ¿Tenemos una obediencia para ofrecer a Dios, suficiente para cumplir la norma de justicia infinita? ¿La tenemos? ¿Alguien aquí la tiene por sí mismo? Vamos… ¿Qué más dice el mismo versículo que nos dice “todos pecaron”? “…todos pecaron, y” ¿qué? “no alcanzan la gloria de Dios”. {Rom 3:23} ¿Qué significa gloria? Carácter. ¿Cuál es su trascripción? La ley.
A propósito, esto está en el tiempo presente activo en griego. Véanlo un día de estos. Recuerden, el tiempo presente activo quiere decir en curso, acción continua, sea la acción que sea. En este caso, es no alcanzar. En otras palabras, lo que Pablo está diciendo es que todos pecaron, es decir, todos quebrantamos la ley, y todos continuamos no alcanzando esa norma infinita. ¿Cuántos de nosotros? Todos. ¿Eso quiere decir aún el santo más santificado? Sí. Aún el santo más santificado de todas formas no alcanza. Y a propósito, el santo más santificado es el primero en reconocerlo.
Oh, amigos, ¿cuál es nuestro problema? No alcanzamos la norma, y en esta condición todas nuestras justicias son como ¿qué? Como harapos sucios. Isaías 64:6: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como harapos sucios…” Y de paso, ésa es una traducción suave del hebreo, harapos sucios. No me siento cómodo diciéndoles lo que el hebreo dice en realidad. Tal vez hablemos de eso después. Eso es lo bueno que hacemos: nuestras justicias son como sucios harapos. ¿Pueden imaginarse cómo debe ser lo malo? ¿Y por qué? Porque todos estamos sucios, y en esta condición sucia, lo mejor que hacemos es inmundo. ¿Con qué estamos sucios? Estamos sucios con el lodo del egoísmo, y contamina aún nuestras mejores obras. El Camino a Cristo, página 62: “Era posible”, por favor observen, ¿qué tiempo es este? Tiempo pretérito, ya es historia, es algo que solía ser pero ya no lo es. “Era posible para Adán, antes de la caída”, para Adán ¿cuándo? “antes de la caída, conservar un carácter justo por la obediencia a la ley de Dios. Mas no lo hizo, y por causa de su caída tenemos una naturaleza pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos.” Por causa de la caída de ¿quién? De “su caída”. Tenemos una naturaleza ¿qué? “…pecaminosa y no podemos hacernos justos a nosotros mismos.” “Puesto que somos pecadores”, por favor observen, no dice puesto que nos volvemos pecadores, dice: “Puesto que” ¿qué qué? “que somos pecadores…” “y no santos, no podemos obedecer perfectamente una ley santa.” ¿No podemos obedecer? No. No podemos ¿qué? “obedecer perfectamente una ley santa.” “No tenemos justicia propia con que cumplir lo que la ley de Dios demanda.” ¿Seguimos esto juntos? ¿Podemos todos decir “amén”? {Amén} ¿Todos reconocemos eso? En nuestra condición caída “no tenemos justicia propia con que cumplir lo que la ley de Dios demanda.” Pero ¿es eso verdad aún del santo más santificado?
Oh, y aquí está la trampa en la que muchos caen. Muchos dicen: “Bueno, ése es el estado, ésa es la condición, y ésa es la situación en la que se encuentran los no conversos. Pero cuando me convierto y tengo el poder del Espíritu Santo, entonces produzco una obediencia que cumple la norma de justicia infinita.” Oh queridos amigos, aún el santo más santificado de todas formas no la alcanza. Escuchen, La Vida Santificada, página 81: “Aquellos que tienen un amor genuino hacia Dios, manifestarán un ferviente deseo de conocer su voluntad y de realizarla. Pero el que está buscando verdaderamente la santidad del corazón y la vida, se deleita en la ley de Dios, y se lamenta únicamente de que esté tan lejos de cumplir sus requerimientos.” ¿Decimos “amén”? {Amén} Los que están buscando verdaderamente la santidad del corazón y la vida, ¿qué hacen? Se lamentan únicamente de que estén tan lejos. Y esto es lo que me asusta de Laodicea. Piensan que son ¿qué? “Ricos y que se han enriquecido, y que de ninguna cosa tienen necesidad, y ni siquiera saben que son desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos.” {Apoc 3:17}
Entonces, amigos, ¿de dónde vamos a obtener una justicia, una obediencia que cumplirá la norma infinita? Tenemos que tenerla si hemos de ser justificados. Sólo los hacedores de la ley serán justificados. {Rom 2:13} Sólo aquellos que tienen una obediencia que cumple con la norma que dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, {Mt 5:48} sólo aquellos que tienen una obediencia que cumple la norma serán justificados. ¿Dónde vamos a encontrarla? ¿Podemos encontrarla en nosotros mismos? No. Entonces ¿dónde vamos a tener que encontrarla? Vamos a tener que encontrarla en otro lugar. Y alabado sea Dios, porque se encuentra en la persona de Cristo Jesús. ¿Decimos “amén”? {Amén} Y es nuestra mediante la fe en Su sangre, pero esta vez en Su sangre como representación de Su vida sustitutoria, Su obediencia activa. ¿Decimos “amén”? {Amén}
¿Cumplió esa vida la norma infinita? ¿La cumplió? ¡Sí! ¡Sí! Era el resplandor de la gloria de Su Padre. {Heb 1:3} En Él moraba la plenitud de la divinidad corporal. {Col 2:9} Cristo Jesús tenía una obediencia que cumplía la norma infinita. Escuchen, Testimonios para la Iglesia, Tomo 6, página 60: “…la vida de Cristo revela un carácter infinitamente perfecto.” ¿Cumpliría un carácter infinitamente perfecto la norma infinita? Sí. ¿Tenía Jesús una perfección igual a la de Dios el Padre? Sí. Él dijo: “El que me ha visto a mí”, ¿qué? “ha visto al Padre.” {Juan 14:9} Las Escrituras dicen que es la imagen misma del Padre, el resplandor de Su gloria. {Heb 1:3} Jesús tenía toda la perfección que la ley demanda. Y Jesús tiene toda la perfección que necesitamos para ser hacedores de la ley mediante la fe en Su sangre. ¿Decimos “amén”? {Amén} Ése es el Evangelio queridos amigos, ése es el Evangelio.
El Camino a Cristo, página 62, escuchen esto: “No tenemos por nosotros mismos justicia con que cumplir lo que la ley de Dios demanda. Mas Cristo nos ha preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio de pruebas y tentaciones tales como las que nosotros tenemos que enfrentar. Sin embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros y ahora ofrece tomar nuestros pecados y vestirnos de su justicia.” ¿Es ése un buen trato? “Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis”, ¿qué? “contados entre los justos por consideración a Él”, ¿partiendo de qué base? Escuchen: “El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado.” ¿Decimos “amén”? {Amén} Ése carácter infinitamente perfecto, cuando venimos al pie de la cruz y aceptamos por fe la sangre de Jesús, es un crédito en nuestra cuenta. Su carácter toma el lugar de nuestro carácter. Por eso somos contados entre los justos, porque, aunque no lo somos por nosotros mismos, lo somos mediante nuestra fe en Él. Y por consiguiente somos justificados, no partiendo de lo que hemos hecho – no partiendo de lo que hacemos, ni partiendo de nuestra muerte – sino que somos justificados partiendo de los hechos y la muerte de nuestro Salvador, Cristo Jesús. Alabado sea Dios por la sangre. ¿Decimos “amén”? {Amén} Pongámonos de pie para orar.
Padre nuestro que estás en los cielos, muchas gracias porque mediante la sangre somos justificados. Pero también te agradecemos por el agua porque si vamos a estar listos para vivir en el cielo, no sólo necesitamos ser justificados, también necesitamos ser santificados Así que tráenos de regreso para continuar con nuestros estudios. Es nuestra oración en el nombre de Jesús. Amén. Que Dios los bendiga, amigos.
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