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Se dice que el desarrollo del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos. Durante la siguiente hora exploraremos tanto nuestro privilegio como nuestra responsabilidad de asemejarnos al carácter de Cristo. Acompáñenos en esta poderosa hora de renovación personal mientras el Pastor Stephen Wallace nos lleva “De Gloria en Gloria”.

Bienvenidos otra vez, amigos. Aprecio mucho que se hayan quedado para continuar con nuestro estudio. Otra vez se nos fue el tiempo, y necesito terminar este estudio tan importante acerca de cómo la imputación hace legalmente posible la impartición y cómo siempre conduce a ella. Éste es un concepto clave… que tenemos que entender para mantenernos fuera de este foso. Pero antes de seguir con este estudio, ¿qué debemos hacer? {Orar} Debemos pausar para orar. Por favor oren por mí mientras oran por ustedes.

Padre nuestro que estás en los cielos, es tan importante que analicemos correctamente la Palabra de Verdad. Es tan importante que tengamos un entendimiento equilibrado que nos mantenga en el camino recto y angosto. Estamos tan predispuestos a perder el equilibrio y a caer en uno de los fosos. Muchas gracias porque por el poder del Espíritu Santo llegamos a entender la verdad, y no sólo somos sacados de nuestros fosos, sino que también nos mantenemos en el camino recto y angosto. Es mi oración que mediante el Espíritu de Verdad, me ayudes a proclamar la Verdad y solamente la Verdad. Y mediante el mismo Espíritu que me permite proclamarla, permite que cada uno de nosotros la entienda. Es mi oración en el nombre de Jesús, amén.

Queridos amigos, la imputación hace legalmente posible y siempre conduce a la impartición. Cuando nuestros pecados fueron imputados a Cristo en la cruz, ¿qué se le impartió? Acabamos de decir que la imputación hace legalmente posible y siempre conduce a la impartición. Si nuestros pecados fueron imputados a Cristo, entonces algo debió habérsele impartido. ¿Qué se le impartió a Jesús en la cruz? Nuestra muerte. ¿Decimos “amén”? {Amén} ¿Murió Cristo nuestra muerte en la cruz? Sí. ¿Por qué murió nuestra muerte? Porque nuestros pecados le fueron imputados. Y partiendo de la base de lo que le fue imputado, nuestra muerte le fue, ¿qué? Impartida. ¿En realidad recibió nuestra muerte en Su persona? ¿Se volvió parte de Su experiencia? Sí. ¿En realidad murió? Sí.

Ahora sigan este concepto: Si en realidad no hubiera muerto, si nuestra muerte no le hubiera sido impartida, ¿podríamos saber con seguridad que nuestros pecados en realidad le fueron imputados? No, no habríamos tenido ninguna razón, sigan este concepto, no habríamos tenido ninguna razón legítima para creer que nuestros pecados le fueron imputados si nuestra muerte no le hubiera sido impartida. ¿Tiene esto sentido? Sabemos que nuestros pecados en realidad le fueron imputados y que por consiguiente Dios en realidad lo consideró un pecador, porque después nuestra muerte le fue… ¿qué? impartida. Ahora, ¿es esto importante? Por supuesto que lo es. ¿Por qué? Debido a la otra mitad de la transacción.

Ahora, queridos “antinomianos”, presten atención. Cuando la justicia de Cristo es imputada a nosotros, esto hace legalmente posible, e inevitablemente conduce a, la impartición de algo en nosotros. ¿Qué es? La vida de Cristo. ¿Cuántos dicen “amén”? {Amén} Porque la justicia de Cristo es imputada a nosotros, ahora eso hace legalmente posible y conduce a la impartición de la vida de Cristo en nosotros. Vivimos Su vida porque Su justicia es imputada a nosotros. Pero, ¿cuál es la causa y cuál es el efecto? Ésta es una cuestión crucial; no se la pierdan. No se la pierdan. ¿Soy justificado porque vivo Su vida? O ¿vivo Su vida porque soy justificado? Vamos, ¿cuál es? Muy bien; es la segunda. ¿Es esto importante? ¿Es esto significativo? Por supuesto que lo es, queridos amigos. Cuando comenzamos a pensar que somos justificados porque vivimos Su vida, ¿en qué foso caemos? En el foso del legalismo.

Pero cuando pensamos que podemos ser justificados sin vivir Su vida, ¿en qué foso caemos? En el foso de la gracia barata, el “antinomianismo”. ¿Están siguiendo esto? Queridos amigos, está íntimamente relacionado a la verdad fundamental que dice que la fe sin obras es ¿qué? Muerta. {St 2:18} Si en realidad creo que soy contado entre los justos por fe en la sangre de Cristo, esa misma fe recibirá la segunda condición, el agua… el agua de la vida. Y me será impartida, y viviré Su vida. ¿Amén? Viviré su vida. Pero no soy justificado porque vivo Su vida. Vivo Su vida porque soy justificado.

Ahora, si tienen alguna pregunta sobre eso, vengan aquí. ¿Fue Cristo condenado porque murió mi muerte? O ¿murió mi muerte porque fue condenado? ¿Cuál es la causa y cuál es el efecto? No se animan con esta pregunta; permítanme hacer la pregunta otra vez. ¿Fue Cristo condenado porque murió mi muerte? O ¿murió mi muerte porque fue condenado? La segunda: Murió mi muerte porque fue condenado. Ahora amigos, si piensan que estamos perdiéndonos en detalles, por favor, les suplico que lo piensen otra vez. Como lo impliqué anteriormente, estamos tratando el corazón y meollo de la cuestión que lanzó toda la gran reforma. El Catolicismo Romano enseña que Dios nos hace santos, y que entonces, partiendo de esa base, nos justifica. Teológicamente se llama “gracia infusa”. ¿Cómo se llama? “Gracia infusa”. Enseña que Dios nos hace santos mediante la obra del Espíritu Santo en nosotros, y que entonces, partiendo de esa base, nos justifica. Hay muchos que acusan al Catolicismo Romano de enseñar justicia por obras, por nuestros propios esfuerzos para guardar la ley, pero no enseñan eso. Enseñan que lo que el Espíritu Santo hace en nosotros es lo que nos hace justos, gracia infusa. Pero queridos amigos, por favor entiendan que no es lo que el Espíritu Santo hace en nosotros lo que nos justifica. Lo que el Espíritu Santo hace en nosotros es lo que nos santifica. ¿Decimos “amén”? {Amén} La vida santificada no es lo que nos justifica. La vida y muerte de Cristo en nuestro favor, acreditadas a nuestra cuenta, es lo que nos justifica. ¿Cuántos dicen “amén”? {Amén} La vida santificada es la consecuencia de la justificación, no la causa de la justificación. ¿Seguimos todos esto?

El momento en que empecemos a pensar que la vida santificada es la causa de la justificación, ése es el momento en que entramos al legalismo. Y es por eso que el Catolicismo Romano tiene todo tipo de cosas que uno puede hacer para recibir mérito. Y uno puede, por virtud de lo que está pasando en su vida, uno puede ganarse la aceptación, puede ganar tiempo fuera del purgatorio, etc. Pero lo que elimina todo el sistema de raíz es la simple verdad de que el justo vivirá por la fe. {Rom 1:17} Por ¿qué? Vivirá por la fe. Y la fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” {Heb 11:1} ¿Podemos ver nuestras obras? ¿Podemos verlas? Sí, podemos ver nuestras obras; seguro que podemos. Y queridos amigos, si pensamos que somos justificados partiendo de la base de cualquier cosa que podemos ver, estamos siendo justificados por obras, no por fe. ¿Qué es lo que nos justifica? Es lo que Cristo Jesús ha hecho por nosotros lo cual es acreditado a nuestra cuenta. No es lo que vemos en nosotros mismos. Es lo que vemos sólo por el ojo de la fe en Jesús. ¿Quedó claro?

¿Es importante lo que sucede dentro de nosotros? ¿Es esencial? Sí. ¿Debemos ser santificados? Sí. Sin una idoneidad, una solvencia moral, no se nos va a permitir entrar al cielo. Pero queridos amigos, nuestra idoneidad no es meritoria. ¡No nos gana la vida eterna, simplemente nos prepara para disfrutarla! ¿Decimos “amén”? {Amén} Repito: Su idoneidad moral, mi idoneidad moral no tiene nada que ver con ganarse la vida eterna. Pero tiene todo que ver con prepararse para disfrutarla. ¿Quién, únicamente, se ha ganado la vida eterna? Cristo Jesús, mediante Su vida y mediante Su muerte.

Pero les tengo una pregunta. ¿Tendrá el hombre natural, cuya mente carnal es enemistad contra Dios, tendrá él una idoneidad moral para el cielo? ¿Sería feliz allá? Permítanme hacer una declaración que quiero que… si no recuerdan nada más de este seminario, si no recuerdan nada más de todas estas reuniones, por favor recuerden esto: Dios no llevará a nadie al cielo que no sería feliz allá. ¿Entienden lo que acabo de decir? Por favor recuérdenlo; lo voy a repetir. Dios no llevará a nadie al cielo que no sería feliz allá. ¿Sería el hombre natural feliz en el cielo? El hombre natural odia a Dios. ¿Y qué es el cielo? Es vivir en la presencia de Dios. {Gn 3:8; Sal 68:2; Lc 1:19} ¿Va a ser feliz el hombre natural viviendo en presencia de Dios? Va a ser sumamente miserable. ¿Qué es lo que trae gozo y felicidad a los ciudadanos del cielo? Es conocer, desear, y hacer la buena voluntad de Dios. ¿Encuentra el hombre natural algún gozo en esto? No. “La mente carnal es enemistad contra Dios, no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.” {Rom 8:7}

¿Sabían que la pluma inspirada nos dice que para el hombre natural, inconverso, el cielo sería un lugar de tortura? {GC 542.2} El cielo sería un infierno para el inconverso. Sería un infierno. Y ésta es precisamente la razón por la cual, queridos amigos, Dios no puede llevar a nadie al cielo que no sea santo. ¿Decimos “amén”? {Amén} Porque, como dijimos anteriormente, la felicidad es el resultado de la santidad. ¿Están siguiendo esto? La felicidad es… ¿qué? el resultado de la santidad. Tanta gente pasa toda la vida buscando la felicidad, y nunca la encuentran. ¿Por qué? Porque si uno la busca, nunca la va a encontrar. Si estamos buscando la felicidad, no la vamos a encontrar. Si estamos buscando hacernos felices, eso es básicamente egoísta. Y la persona egoísta nunca es feliz. ¿Me están escuchando? Dios nos creó para que encontráramos la felicidad al dar de nosotros a otros. ¿Tiene sentido? Eso es lo que trae la felicidad; es la santidad, es vivir enteramente para Dios y para otros, no para nosotros mismos. Esto es la santidad: Es vivir para Dios y para otros. Esto es vivir en armonía con la ley. Esto es vivir en armonía con el principio del sacrificio personal, el amor abnegado. Y si acaso van a ser felices, si yo voy a ser feliz, necesitamos aprender a ser santos. Y es precisamente la santidad la que es nuestra idoneidad esencial para el cielo. Ésta es la solvencia moral que debemos tener si vamos a ser felices allá. ¿Seguimos esto? De modo que la vida santificada es el proceso mediante el cual Dios nos prepara para ser felices en el cielo. Es el medio por el cual Dios nos enseña a ser santos, para que seamos felices en el cielo. Porque allá todo es santo.

Y a propósito, ¿cuándo es que tenemos que aprender a ser felices con la santidad? Es aquí y ahora, queridos amigos. Es aquí y ahora, durante esta vida que sirve como un tiempo de prueba. La santificación es absolutamente esencial, no hay manera de que entremos al cielo sin ser santificados, pero no tiene nada que ver con ganarse la vida eterna; no es meritoria. Pero es esencial si es que vamos a ser felices allá. Esto es lo que necesitamos entender… tenemos que entenderlo.

Oh amigos, si acaso nos encontramos en el cielo por la gracia de Dios… Si acaso nos encontramos en el cielo por la gracia de Dios, ¿habremos hecho algo para merecerlo? Si tienen alguna pregunta, o alguna duda con respecto a esto, necesitan preguntarse, ¿hizo Cristo algo para merecer la muerte? Escuchen esta declaración extraordinaria… estas dos. El Deseado de Todas las Gentes, página 25: “Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como Él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había” ¿qué? “…participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por Su justicia, en la cual no habíamos” ¿qué? “…participado. El sufrió nuestra muerte, a fin de que pudiésemos recibir la Su vida. ‘Por Su llaga fuimos nosotros curados’.” {Is 53:5} Y ahora escuchen ésta: Signs of the Times, 27 de junio, 1900: “‘Al que no conoció pecado, por nosotros se hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.’ {2 Cor 5:21} ‘En Él fueron puestas todas nuestras iniquidades.’ {Is 53:6} Él vive para ser nuestro Representante. No hizo cosa alguna que ameritara la muerte; no obstante, murió. Y si escuchamos las palabras alegres: ‘Bien, buen y fiel siervo; …entra en el gozo de tu Señor’ {Mt 25:21}, no habremos hecho cosa alguna que ameritara la vida.” Vamos, necesito escuchar un “amén”; ¿reconocen que así es? “Jesús, quien fue sin pecado, murió sin haber hecho nada que ameritara la muerte. El pecador es salvo sin haber hecho nada que amerite la salvación. Él es enteramente sin mérito. Pero cubierto con el manto inmaculado de la justicia de Cristo, es aceptado por Dios.” Alabado sea Dios; ¿amén? Éste, amigos, es el Evangelio; ¡éste es el Evangelio! Y si lo entienden y se aferran a él, con seguridad se mantendrán fuera de ambos fosos… de ambos fosos. Por favor, es mi oración que haya quedado claro.

Ahora lo que quiero hacer es pasar a considerar cómo es que somos santificados. El título de la lección es: “Santificada con el”, ¿qué? “Lavado del Agua”. “Santificada con el”, ¿qué? “Lavado del Agua”. {Ef 5:26} Primero consideramos la sangre, y entonces en este último estudio procuramos unir inseparablemente la sangre y el agua, la justificación y la santificación, el derecho y la idoneidad, la justicia imputada y la justicia impartida, para estar seguros que aunque las distingamos, nunca ¿qué? …las separemos. Y ahora quiero enfocarme en el agua y en lo que hace… lo que simboliza. Quizás ya adivinaron o dedujeron lo que simboliza.

Mensajes Selectos, Tomo 1, página 215: “El unigénito Hijo de Dios ha muerto para que podamos vivir. El Señor ha aceptado este sacrificio en nuestro favor, como nuestro sustituto y garantía, bajo la condición de que” ¿qué? “…que recibamos a Cristo”. Detengámonos aquí. La condición está disponible universalmente, pero se aplica individualmente. ¿Entienden? A propósito, hay confusión entre nosotros como pueblo, respecto a esta cuestión, así que necesito reiterarlo. La condición para la vida eterna, para la justificación, está disponible universalmente. Es para cualquiera que la desee, pero, queridos amigos, se aplica individualmente, porque tenemos que venir a la cruz y personalmente recibir a Cristo Jesús como nuestro Salvador. ¿Decimos “amén”? {Amén} “El Señor ha aceptado este sacrificio en nuestro favor, como nuestro sustituto y garantía, bajo la condición de que recibamos a Cristo y creamos en él. El pecador debe ir a Cristo con fe, aferrarse de sus méritos, poner sus pecados sobre Aquel que los lleva y recibir su perdón.” Y a propósito, todo esto está ilustrado en el santuario y sus servicios, ¿no es así? Sigamos leyendo: “Debido a esto vino Cristo al mundo. Así se imputa la justicia de Cristo al pecador arrepentido que cree. Llega a ser miembro de la familia real, hijo del Rey celestial, heredero de Dios y coheredero con Cristo.”

Ahora, ¿partiendo de qué base llegamos a ser miembros de la familia real? ¿…hijos del Rey celestial? Recibiendo personalmente a Cristo Jesús como nuestro Salvador. Y recibir a Cristo, queridos amigos, es recibir Su Espíritu. Necesitamos estar en Cristo para ser justificados, necesitamos tener a Cristo en nosotros para ser santificados. Pero como dijimos anteriormente, la misma fe que nos pone en Cristo traerá a Cristo dentro de nosotros. Lo recibiremos al recibir Su… ¿qué? Su Espíritu. Por favor observen, como miembros de la familia real, ¿qué es lo que recibimos? Gálatas 4:6: “Y por cuanto sois hijos, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” El Espíritu de Su Hijo viene ¿adónde? A nuestros corazones, se vuelve parte de nosotros; es impartido. ¿Amén? {Amén} Y es este Espíritu el que cambia nuestra condición moral. ¿Seguimos todos esto?

Efesios 1:13 y 14: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” ¿Qué es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia. Queridos amigos, tenemos derecho a la vida eterna, pero si usted y yo en realidad vamos a heredarla, si en realidad vamos a vivir la vida eterna, tenemos que estar preparados para eso; tenemos que ser hechos santos. ¿Y cuál es la garantía de que podemos ser hechos santos y estar preparados? …podemos ser hechos santos y estar preparados. Es precisamente el Espíritu Santo… es el Espíritu Santo. Por el Espíritu, el cual es el regalo del Padre celestial, somos hechos santos.

Ahora, este regalo es algo que debemos recibir personalmente, y el cual debemos pedir personalmente. Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que” ¿qué? “…se lo pidan?” Por favor entiendan algo muy importante aquí: A través de todo el plan de salvación, Dios nunca hace nada que quebrante nuestro libre albedrío. ¿Hemos seguido todo hasta este punto? Éste es un concepto vital. Es por eso que, en cada paso, debemos “pedir y se os…” ¿qué? “…dará”. {Mt 7:7} ¿Anhela el Padre darnos el Espíritu? Sí, más que nosotros, como padres, anhelamos darles buenos regalos a nuestros hijos. Pero ¿puede el Padre dárnoslo si no lo pedimos? No, ¿por qué? Porque quebrantaría nuestro libre albedrío, y Él no entra en esos terrenos, Él no hace eso. Es por eso que aunque está a nuestro alcance libremente, debemos ¿qué? Pedirlo… pedirlo. La economía entera del cielo funciona bajo este sencillo principio, “Pedid y se os dará”.

Y otra vez, mediante Su Espíritu, el cual hemos de recibir más y más plenamente cada día de nuestras vidas, Cristo mora en nosotros más y más… ¿qué? …plenamente. Crecemos al ser llenos del Espíritu. Crecemos al ser partícipes de la naturaleza de Cristo Jesús. Isaías 57:15, de la versión antigua, aquí prefiero esta versión: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, cuyo nombre es Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” ¿No es este texto hermoso? ¿No son éstas buenas nuevas? Dios no sólo habita en el cielo, también habita ¿en dónde? En nuestros corazones… habita en nuestros corazones. Y es Su presencia que habita en la persona del Espíritu de Cristo, que nos transforma, queridos amigos, por la renovación de nuestro ¿qué? entendimiento. Y somos cambiados por el Espíritu, y regresamos a nuestro texto clave, de ¿qué? …de Gloria en gloria. Es por eso que Pablo dice en Colosenses 1:27: Es “Cristo en vosotros, la esperanza de…” ¿qué? “gloria.” ¿Se dan cuenta cómo todo esto encaja? Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.

Ahora quiero volver atrás y resumirlo todo compartiendo con ustedes esta declaración extraordinaria de la pluma inspirada. Youth’s Instructor, 6 de diciembre, 1894: Esto resume lo que hemos estado diciendo, pero lo dice bajo la inspiración del Espíritu Santo, así que pueden confiar en ella plenamente; tiene autoridad. Y cito: “Cristo ha pagado un precio muy caro por las mansiones que ha preparado para los que creen en Él. Aquellos quienes habitarán esas mansiones deben ser moldeados para la sociedad del cielo mediante la justicia de Cristo, y mediante la obra del Espíritu Santo. La preparación para el cielo debe hacerse”, ¿cuándo amigos? “durante el tiempo de prueba”. ¿Cuándo es eso? Ahora, y estoy aquí para decirles, queridos amigos, que no queda mucho tiempo – por favor dense cuenta de eso. “La preparación para el cielo debe hacerse durante el tiempo de prueba, y debe haber ahora sumisión a la obra del Espíritu de Dios en el corazón, a fin de que el alma pueda ser traída a una comunión con el cielo, y” escuchen atentamente, “pueda ser educada para disfrutar las realidades del mundo eterno.” ¿Cuál es todo el propósito de la santificación? ¿…de la obra del Espíritu Santo en nosotros? Prepararnos para disfrutar el cielo. Darnos esa idoneidad moral. Ayudarnos a encontrar la felicidad en la santidad. Sigamos leyendo: “La justicia de Cristo, la cual será imputada al alma creyente, será el derecho mediante el cual su entrada al cielo será garantizada. A través de la influencia del Espíritu de Dios, el carácter del creyente es transformado;” ¿se dan cuenta? Ahora estamos hablando de idoneidad. “su gusto es refinado, su juicio es santificado, y se vuelve completo en Cristo. El amor que le fue manifestado en la muerte de Cristo, le despierta una reacción de amor agradecido, y en respuesta a una oración sincera, el creyente es llevado de gracia en gracia, de gloria en gloria, hasta que al contemplar a Cristo, es cambiado a su misma imagen.” ¿Se dan cuenta cómo esta cita lo resume todo, lo que hemos estado estudiando? Cuánto aprecio esta declaración; tenía que compartirla con ustedes.

Ahora, esta idoneidad para el cielo, ¿qué es? Esencialmente, ¿qué es? En una palabra es santidad, amigos. Es ¿qué? …es santidad. Hebreos 12:14: “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” ¿Es la santidad opcional si vamos a poder entrar por las puertas del cielo y ver a Dios? ¿Es opcional? No amigos, es absolutamente esencial. Ésta es precisamente la razón por la cual necesitamos tanto el agua como la sangre. ¿Seguimos esto? La sangre nos da un derecho, el agua nos da… ¿qué? una idoneidad. La sangre nos cuenta como justos, el agua nos hace santos. Ahora, esta santidad que debemos tener ¿dónde debemos tenerla? ¿Dónde debemos ser santos? Bueno, ¿dónde estamos nosotros? Estamos entre el oído derecho y el izquierdo. Ya hablamos de esto. “Porque como sea su pensamiento en su corazón, así es él.” {Pr 23:7} ¿Están siguiendo esto? De modo que ¿dónde debemos ser santos si vamos a ser verdaderamente santos? En la mente. Debemos llegar a tener la mente de Cristo. ¿Decimos “amén”? {Amén} Oh queridos amigos, por favor no pierdan de vista la naturaleza espiritual de la santidad. Y cuando digo “espiritual”, estoy hablando de lo que ocurre entre el oído izquierdo y el derecho. Lo que ocurre en la mente, en el corazón, es ahí donde debemos aprender a ser santos. Como dice Cristo en el sermón del monte, Mateo 5:8: “Bienaventurados los de…”, ¿qué? “limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”

Sin santidad nadie verá a Dios. Pero ¿dónde debemos ser santos, dónde debemos ser limpios? En el corazón… limpios de corazón. Me gusta decir este versículo de esta manera: Felices son los santos porque están destinados al cielo; Felices son los santos porque están destinados al cielo. Ahora, ¿es esta santidad algo que podamos descuidar, queridos amigos, en estas últimas horas de la historia de este mundo? ¿Podemos permitirnos descuidar la búsqueda de la santidad? Por favor dense cuenta de que no podemos. Review and Herald, 30 de mayo, 1882, escuchen: “Es una obra grande, solemne, obtener una idoneidad moral para la sociedad del puro y el bienaventurado. La palabra de Dios presenta la norma a la cual hemos de someter nuestra vida y carácter. Podemos elegir seguir otra norma, la cual esté más en armonía con nuestros corazones, pero de ser así, nunca podremos ganar la aprobación divina. Sólo sometiéndonos a la palabra de Dios, podemos esperar llegar a ‘la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.’ Pero debemos hacer esto, o nunca entraremos al cielo.”

Queridos amigos, por favor entiendan la necesidad absoluta de tener una idoneidad moral, si es que vamos a entrar al cielo. ¿Y cómo obtenemos esta idoneidad moral, esta purificación llamada santidad o santificación? ¿Cómo la obtenemos? “en el lavado del…” ¿qué? “del agua”. {Ef 5:26} En el lavado del agua; somos santificados con el lavado del agua. Bien, finalmente hemos llegado al agua. ¿Qué simboliza? ¿Ya lo descifraron? ¿Qué simboliza el agua? Simboliza el Espíritu Santo. ¿Qué simboliza el agua? El Espíritu Santo.

Juan 7:37, escuchen: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz, diciendo: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán…” ¿qué? “ríos de agua viva.'” E inmediatamente… ¿de qué nos dicen las Escrituras que estaba hablando, inmediatamente? Versículo 39: “Esto dijo del Espíritu.” Bien queridos amigos, entonces el agua que fluyó del costado abierto de Cristo Jesús al pender de la cruz, ¿qué simboliza? El Espíritu Santo. Ahora, algunos de ustedes estarán pensando, “Bueno, espere un momento, yo pensé que el Espíritu Santo era simbolizado por el aceite.” Sí, por el fuego, y por el aire… pero en este caso es el agua lo que simboliza al Espíritu Santo. Se identifica específicamente, explícitamente como un símbolo del Espíritu Santo.

Ahora, con esto en mente, veamos algunos pasajes que hablan del lavado en las Escrituras. Tito, 3:5-7: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.” ¿Se dan cuenta? El agua, el Espíritu Santo, es lo que nos lava, nos renueva, nos regenera. Versículo 6: “el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.” Por favor observen el lenguaje que Pablo usa aquí; es muy importante. ¿Somos lavados por el Espíritu Santo, santificados, de modo que podamos, por consiguiente, ser justificados? No; ¿cuál es el lenguaje? “…para que justificados por su gracia.” Somos justificados por fe en la sangre. Pero siendo justificados por su gracia, ¿qué necesitamos hacer? Necesitamos estar preparados para ser herederos, conforme a la esperanza de la vida eterna. La sangre nos da la esperanza de la vida eterna, el agua nos da la idoneidad para en realidad vivirla. ¿Seguimos juntos esto?

Aquí hay otro versículo de “lavamiento”. Efesios 5:25 en adelante: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para…” ¿qué? “santificarla, habiéndola purificado con el lavado del agua por la palabra”. Por favor observen, ¿qué representa el agua? ¿Qué simboliza el agua? El Espíritu Santo. Pero ¿qué usa el Espíritu Santo en este proceso de lavado? ¿…en este proceso santificador? ¿Qué usa el Espíritu Santo? La Palabra. Oh, por favor observen con atención: “para santificarla, habiéndola purificado con el lavado del agua por la palabra”. ¿Se dan cuenta amigos? El Espíritu Santo siempre usa la Palabra de Dios para santificarnos. Quiero repetirlo: El Espíritu Santo… ¿qué? …siempre usa la Palabra de Dios para santificarnos. De hecho me gusta decirlo de la siguiente manera: El Espíritu no obra sin la Palabra, y la Palabra no obra sin el Espíritu Santo. Solamente los dos juntos son un poder santificador en la vida de todo creyente.

Y permítanme darles sólo una pequeña advertencia. Satanás lo falsifica todo. De hecho, antes de que todo termine, personificará aún a ¿quién? a Cristo Jesús… …será un falso mesías. Pero en el presente ¿a quién está falsificando en el mundo Cristiano? Al Espíritu Santo… al Espíritu Santo. Oh, hay tantas iglesias cristianas que están tan emocionadas por lo que el “Espíritu Santo” está haciendo en su medio. Están ocurriendo cosas emocionantes, sobrenaturales. De hecho, queridos amigos, se volverá más y más emocionante y sobrenatural. Antes de que todo termine, el enemigo obrará “señales y prodigios… …para engañar, si fuese posible, …” ¿a quién? “aun a los escogidos.” {Mt 24:24} Y no podremos confiar en nuestros sentidos para determinar si es o no el Espíritu Santo. ¿Cómo sabremos si es el genuino o el impostor? ¿Cómo lo sabremos? Si es el genuino, escúchenme, aquellos que estén bajo su influencia con seguridad estarán estudiando diligentemente la Palabra de Dios y procurando entender, conocer y desear hacer la voluntad de su Señor y Salvador, Cristo Jesús. Conocer, desear y hacer la voluntad de su Señor y Salvador, Cristo Jesús. A hacer eso, es a lo que el Espíritu Santo siempre lleva a aquellos que están bajo Su influencia.

Recuerdo tan bien, fue años atrás, pero puedo recordarlo como si hubiera sido ayer. Estaba hablando con un joven, y estaba tan entusiasmado por lo que el “Espíritu Santo” estaba haciendo en su vida, y en su iglesia donde se reunía. Y le dije: “Eso es maravilloso hermano. Todos de verdad han de estar analizando la Palabra y estudiando y aprendiendo tanto.” Y me miró con sorpresa y dijo: “Hombre, ¿de qué estás hablando? No necesito la Palabra; tengo al Espíritu Santo para que me diga qué hacer.” Ésta es una señal de advertencia, queridos amigos; les aseguro que era el impostor. Por favor estén advertidos; por favor recuerden eso. El Espíritu Santo siempre usa la Palabra para santificarnos.

Y ¿cuál es el propósito de este lavado, esta purificación, esta santificación? Vean el versículo 27 y por favor estén al tanto de nuestra palabra clave. “a fin presentar a Él mismo, una…” ¿qué? “una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa e inmaculada.” Oh queridos amigos, ¿cuál es la obra del Espíritu Santo? Cambiarnos de… ¿qué? de gloria en gloria. Para que nos convirtamos en… ¿qué? en una iglesia gloriosa. ¿Y qué suponen que es una iglesia gloriosa? Vamos, usen su clave. Es una iglesia que refleja el carácter de Cristo Jesús. ¿Decimos “amén”? {Amén} Ésa es una iglesia gloriosa. Y de todo corazón anhelo que esta iglesia sea una iglesia gloriosa. Anhelo que esta iglesia brille con el resplandor con la luz reflejada del carácter hermoso de Cristo Jesús.

Cuando esta iglesia se convierta en una iglesia gloriosa esta iglesia será un testigo eficaz para el rey, y un ciudadano idóneo para el reino. Queridos amigos, ésta es la obra del Espíritu Santo, no sólo ayudarnos a estar preparados, escúchenme, no sólo ayudarnos a estar preparados para ir al cielo cuando Jesús venga, sino también ayudarnos para ayudar a otros a estar preparados mientras tanto. Y no podremos hacer eso a menos que nos asemejemos al carácter de Cristo Jesús. Lo mismo que nos prepara para ir al cielo, también nos hace ganadores de almas eficaces, alabado sea Dios… y esto es un carácter que se asemeje al de Cristo. Es un carácter que se asemeje al de Cristo.

Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” ¿Es esto una contradicción? Las Escrituras dicen que somos santificados por el Espíritu Santo, y ahora dice que somos santificados por la verdad. No, esto no es una contradicción. Recuerden, el Espíritu Santo y la Verdad, la Palabra, siempre obran juntos. Manuscritos Liberados, Tomo 4, página 345: “La verdad, la preciosa verdad, es santificante en su influencia. La santificación del alma por la operación del Espíritu Santo es la implantación de la vida de Cristo en la humanidad, es la gracia de nuestro Señor Jesucristo revelada en el carácter y la gracia de Cristo traducida en un ejercicio activo de buenas obras. Así el carácter se transforma más y más perfectamente a la imagen de Cristo en justicia y verdadera santidad.” Más y más perfectamente. Oh, eso es lo que anhelo amigos… ¿Están conmigo? …cambiar de gloria en gloria. Más y más plenamente a la semejanza infinitamente gloriosa de nuestro Salvador y Redentor.

El Deseado de Todas las Gentes, página 671: “Por el Espíritu es purificado el corazón. Por el Espíritu llega a ser el creyente partícipe de la naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propio carácter en su iglesia.” ¡Maravilloso! Dios nos ha dado Su Espíritu para ayudarnos a vencer… ¿cuántas? …todas las tendencias hereditarias y cultivadas. ¿Y qué más? Para grabar. ¿Qué palabra griega escuchan aquí? “Grabar”. ¿Recuerdan nuestro estudio etimológico? “CARACTER”. Ésta es la obra del Espíritu Santo: Grabar en nosotros el carácter de Cristo Jesús.

Por consiguiente, tenemos la oración de Pablo, amigos. Efesios, 3:16 en adelante: “Que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.” Detengámonos; ¿dónde es que este cambio ocurre? ¿Dónde? ¿Es aquí en el ámbito de nuestra conducta? No, ¿dónde es? En el hombre interior. Ahora, cuando el cambio se lleva a cabo en el hombre interior, ¿habrá evidencia de esto acá afuera? Sí, absolutamente. Pero lo que ocurre acá afuera, si proviene de un intelecto convertido, de un corazón transformado, es una expresión genuina de amor en lugar de simplemente hipocresía, ¿amén? Que Dios nos ayude a ser cambiados de adentro hacia afuera.

¿Saben lo que la mayoría de nosotros está tratando de hacer? Cambiarnos a nosotros mismos de afuera hacia adentro. Y yo no sé de ustedes, pero he descubierto que eso no funciona. ¿Están de acuerdo? Por muchos años, queridos amigos, este hombre estuvo tratando de ser Cristiano mediante la modificación de la conducta. Y es un ejercicio inútil, sin mencionar que es una experiencia miserable. No hay gozo en esto. Es apretar los dientes y obligarse a cumplir con la letra de la ley. Lo único que vamos a lograr por este método es convertirnos en una tumba blanqueada. Pero eso es lo aterrador. Podemos ser bellos por fuera, podemos engañarnos a nosotros mismos y engañar a otros. Pero ¿a quién no podemos engañar? A Dios. Porque Él no ve como el hombre ve. El hombre ve la apariencia externa, pero Él ve… ¿dónde? en el corazón. {1 Sam 16:7} Que Dios nos ayude a ser cambiados de adentro hacia afuera. Que Dios nos ayude a experimentar ese cambio mediante el poder del Espíritu Santo. Para “ser transformados por la renovación de nuestro…” ¿qué? “entendimiento.” {Rom 12:2}

Nosotros tratamos de ser Cristianos mediante la modificación de nuestra conducta. Dios quiere que seamos Cristianos mediante la transformación de nuestras mentes. Quiere cambiarnos desde el centro de nuestro ser. ¿Hasta qué punto? Versículo 17: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y el largo y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” Oh hermanos, qué maravilloso destino. Qué privilegio maravilloso es nuestro cuando venimos a la cruz, y recibimos la sangre y el agua. La sangre que nos hace herederos del reino, y el agua que entra para prepararnos para heredarlo… …nos cambian de adentro hacia afuera. Versículo 20: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos ó entendemos, por la potencia que obra…” ¿dónde? “en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia por Cristo Jesús, por todas edades, por los siglos de los siglos. Amén.” Oh, hermanos, alabo a Dios por la sangre y por el agua, ¿amén? Alabo a Dios por la absoluta condición doble de gracia que fue ofrecida para nosotros a tal precio infinito.

Y quiero exhortarles, animarles, suplicarles que vengan, que vengan al pie de la cruz y reciban esa condición doble de gracia. Dios no quiera que, a tal precio infinito, la haya vuelto disponible en vano para alguien en este lugar. Dios no lo quiera, amigos. Por favor, ¿permitirían que el amor de Cristo los atraiga? “Y yo, si fuere levantado…” ¿qué? “a todos atraeré a Mí.” {Juan 12:32} ¿Ven vuestra necesidad de la sangre y el agua? ¿…de ser justificados y santificados? Entonces al ver vuestra necesidad, ¿recibirán estas ofrendas que, solo ellas, pueden satisfacer esa necesidad? ¿Vendrán a la cruz? Si ése es su deseo, ¿se pondrían de pie conmigo para cerrar con una oración?

Padre nuestro que estás en los cielos, te agradezco tanto por la sangre y el agua. te agradezco que en esa condición doble, tenemos todo lo que necesitamos. Y es mi oración que cada uno de nosotros, al responder al amor infinito que se revela en Cristo y en Él crucificado, venga ahora mismo al pie de la cruz y reciba esa doble ofrenda.

Hermanos, hermanas con sus cabezas inclinadas y con los ojos cerrados, en la privacidad de la audiencia de oración que disfrutan con su Señor y Salvador Cristo Jesús, quiero animarles a que vengan. Vengan a la cruz, y en oración a su Señor y Salvador, a su Padre Celestial, pidan, pidan esa condición doble. está disponible libremente a quienquiera que venga y la reciba, pero debe recibirse personalmente. Ustedes deben pedirla personalmente. Al recibir a Jesús, recibe todo lo que Él tiene para dar. Sé que algunos de ustedes ya han pedido y recibido estas ofrendas de gracia, como yo lo he hecho, pero aunque lo hayan hecho en el pasado, ¿reconocerían, como yo debo reconocerlo, que necesitamos venir nuevamente cada día a la cruz? ¿…y recibir esa doble ofrenda? Y solamente al hacerlo y depender exclusivamente de ella, podremos permanecer en el camino recto y angosto, y fuera de ambos fosos. De modo que al reconocer esto, sin importar si lo han hecho antes o no, en la privacidad de esta audiencia de oración que disfrutan con Cristo, … ¿pedirían que el Padre Celestial, quien anhela darles esa condición doble absoluta, pedirían que os la de ahora mismo? ¿Se la pedirían, por favor? Por favor, háblenle acerca de esto ahora mismo.

Padre nuestro que estás en los cielos, te agradezco tanto porque te deleitas en darnos todo lo que necesitamos, y te agradezco porque esta noche has encontrado gozo en que te hayamos pedido la sangre y el agua. Y es mi oración que derrames esa condición absoluta sobre cada corazón y mente que la ha pedido. Y que podamos experimentar su suficiencia más plenamente que en el pasado, no sólo para darnos un derecho a el cielo, sino también para ayudarnos a obtener esa idoneidad para el cielo, de modo que cuando Cristo venga, estemos listos para vivir con Él y disfrutar de vivir con Él para siempre. Y por favor Señor, ayúdanos a recibir la sangre y el agua, no sólo para que podamos ir al cielo, sino también para que nos ayude a ser ganadores de almas eficaces para que, mediante el poder del Espíritu Santo, podamos traer a otros a una relación salvadora contigo. Que ésta sea nuestra experiencia, es nuestra oración en el nombre de Jesús. Amén. Que Dios los bendiga, amigos. Muchas gracias.

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