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Se dice que el desarrollo del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos. Durante la siguiente hora exploraremos tanto nuestro privilegio como nuestra responsabilidad de asemejarnos al carácter de Cristo. Acompáñenos en esta poderosa hora de renovación personal mientras el Pastor Stephen Wallace nos lleva “De Gloria en Gloria”.

Bienvenidos otra vez, amigos. Les agradezco tanto que se hayan quedado para seguir estudiando esta tarde la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos, la cual es ¿cuál? La edificación del carácter. {Ed 225.3} Y estamos en medio de una serie de estudios, que están estrechamente relacionados, acerca de nuestro papel cooperativo, los cuales nos están guiando a la necesidad absoluta de obtener un corazón nuevo a fin de poder cumplir con ese papel. Pero amigos, estoy tratando, por la gracia de Dios, de guiarnos muy cuidadosamente a un reconocimiento de la necesidad urgente que tenemos de obtener un corazón nuevo, ya que si no reconocemos nuestra necesidad, no lo pediremos. {Amén} Y si no lo pedimos, no lo obtendremos. Sé que no es muy cómodo, lo que estamos haciendo exponiéndonos a la luz láser de la Palabra de Dios y Su ley y descubriendo quizás algunas cosas feas que han estado ocultas detrás del blanqueamiento durante mucho tiempo. Eso no es divertido, ¿verdad? Pero queridos hermanos, es necesario. Es necesario. Y digo: “Dios, haz lo que sea necesario”. ¿Están de acuerdo? Haz lo que sea necesario para ayudarme a darme cuenta de cómo está realmente en mi alma.

Eso es lo que debemos estar haciendo en este día anti-típico de la expiación; ¿amén? Debemos estar escudriñando nuestros corazones para ver si están bien con nuestras almas. Que Dios nos ayude a despojarnos de toda justicia propia y a salir del auto engaño en el que estemos queridos hermanos Laodiceanos, mientras aún hay tiempo de ser sinceros… Mientras aún hay tiempo de ser sinceros.

De modo que lo que quiero hacer, en este último estudio de hoy, es analizar la vida y la experiencia del Laodiceano clásico, del hipócrita clásico, del fariseo clásico, Saulo de Tarso… Saulo de Tarso. Y me gustaría que consideráramos qué se necesitó para que saliera de su auto engaño y se despojara de su justicia propia. Y me gustaría que reconocieran que se va a necesitar lo mismo para ayudarnos a salir de la nuestra. ¿Entienden en qué dirección vamos?

Pero otra vez, las cosas espirituales sólo ¿qué? …se disciernen espiritualmente. {1 Cor 2:14} De modo que antes de seguir adelante, ¿para qué debemos detenernos? Para orar. Al orar por ustedes mismos, por favor acuérdense de mí.

Dios Padre, en el nombre de Cristo Jesús, el Señor mi Justicia, me atrevo a venir ante tu presencia con un atrevimiento santo, no basado en quién soy yo, sino en quién es Él. Él es aceptable, y te agradezco porque soy aceptado en el Amado. Y vengo en mi nombre, y en nombre de mis hermanos y hermanas que han sido comprados con sangre, para pedirte otra vez que derrames Tu Santo Espíritu. Lo necesitamos con el mismo poder de la lluvia temprana y la lluvia tardía. Tú conoces nuestras necesidades individuales, algunos necesitan la lluvia temprana, algunos necesitan la lluvia tardía. Padre, tenemos semillas preciosas de verdad que nos has confiado como pueblo. Pero en muchos de nosotros, los jardines de nuestra mente están muy resecos. Y para que esas semillas germinen, echen raíces y den fruto, el terreno debe ser regado con la lluvia del espíritu. Me has dado el privilegio de emitir las semillas de verdad, y Padre es mi oración que, por el poder del Espíritu Santo, puedan encontrar terreno fértil en el jardín de la mente de todos los presentes. Prepara el terreno; haz lo que sea necesario. Lábralo con el arado de la verdad. Humedécelo con el Espíritu Santo y proyecta los rayos calientes de Tu amor sobre él. Y que sea el ambiente ideal en el cual las semillas puedan germinar, echar raíces y producir fruto. Y Padre, por favor, no permitas que mezcle ninguna semilla de cizaña junto con las semillas de la verdad. Por el poder del Espíritu Santo, que nuestro estudio de esta tarde produzca fruto, el fruto de un carácter semejante al de Cristo, en los jardines de nuestras mentes. Es mi oración en el nombre de Jesús. Amén.

Este escudriñamiento del alma es tan apropiado y es tan absolutamente necesario que nos dediquemos a él personalmente, en este día anti-típico de la expiación, que requiere que nuestra conciencia reciba energía y sea dirigida por el Espíritu y la Palabra de Dios. Y requiere que, con discernimiento espiritual, nos examinemos y nos probemos, no usando nuestra propia norma, sino la norma de la Palabra de Dios. Estamos tan predispuestos, queridos amigos, midiéndose a sí mismos por  sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos. {Cor 10:12}, ¿no es así? Y ése es el problema. Cuando estamos un poco inseguros con respecto a la autenticidad de nuestra experiencia, ¿qué hacemos? Nos preguntamos, “Bueno, ¿cómo me está yendo? Comparado con él, me está yendo muy bien. Y con ella, oh, le llevo mucha ventaja.” ¿Se dan cuenta? Es muy fácil encontrar a alguien que no está actuando tan bien como nosotros, ¿no es así?

Y tendemos a reforzar nuestro auto engaño al compararnos con los demás. Y a propósito, es precisamente por eso que los legalistas son tan críticos y están predispuestos a encontrar fallas en otros. ¿Escucharon lo que acabo de decir? ¿Por qué? Porque deben derrumbar a otros para edificarse a sí mismos. Y un espíritu legalista, lleno de justicia propia, es responsable por tanta división y controversia en nuestros hogares y en nuestras iglesias. Por otro lado, si todos fuéramos a la cruz, y reconociéramos que todos somos igualmente deudores de la gracia, el suelo allí está perfectamente nivelado. {Amén} Y no habría una superioridad falsa ni complejos de inferioridad al pie de la cruz. Todos dependemos desesperadamente de la gracia. {Amén} Y así como la hemos recibido de Cristo, así mismo se la extenderemos a otros. Y seremos pacientes y misericordiosos. Que Dios nos ayude a ser esa clase de personas. Pero queridos amigos, por favor dense cuenta que las Escrituras condenan esta práctica de compararnos con otros, y la llama ¿qué? Insensatez. ¿Cuál es la única norma verdadera? No es solo la Palabra de Dios, sino especialmente el Verbo hecho carne, Cristo Jesús, ¿amén? {Amén}

Y a propósito, por favor entiendan esto: Cerramos repitiendo que para que la Palabra pueda ayudarnos en este auto examen, debe discernirse espiritualmente. Sólo de esa manera es una espada filosa capaz de hacer una operación a corazón abierto, para llegar a los motivos, a los deseos, a los pensamientos y a los sentimientos que hay en la privacidad de la mente. Pero quiero que entiendan que la mejor manera de discernir espiritualmente la Palabra de Dios es viéndola en la vida del Verbo hecho carne, Cristo Jesús. Y aquí es donde entra Pablo.

Saulo de Tarso, ¿era estudiante de la Palabra? Claro que lo era; ésa era su profesión. La sabía al derecho y al revés. Pero ¿la estudiaba con discernimiento espiritual? Obviamente no, ya que pensaba que era ¿qué? “Por las obras de la ley, irreprensible.” {Flp 3:6} En otras palabras, “Soy rico, y me he enriquecido, y de nada tengo necesidad.” {Apoc 3:17} Entonces ¿qué fue lo que lo ayudó a Saulo a llegar a reconocer la naturaleza espiritual de la Palabra? Fue el encuentro personal que tuvo con el Verbo hecho carne estando en camino a Damasco. ¿Amén? {Amén} Ahora, cuando Saulo se levantó esa mañana en Jerusalén, y se puso esas vestiduras farisaicas impresionantes, con la autorización total de sus compañeros del concilio, y parte, con su guardia ostentosa camino a Damasco para lidiar con los cristianos, con esos herejes, era el Laodiceano máximo: rico y enriquecido de bienes y de ninguna cosa tenía necesidad. Pero entonces ¿qué ocurrió? Se encontró con Jesús. Y queridos amigos, fue un encuentro tan dramático que cambió su vida radical y totalmente. Vio, por un instante, el resplandor de la gloria de Dios. El… ¿qué? El resplandor de la gloria de Dios. {Heb 1:3} La revelación total del carácter de Dios. La personificación de la ley de Dios. El Verbo hecho carne. {Juan 1:14} Y la revelación fue tan brillante que sus ojos físicos se cegaron, pero por primera vez sus ojos espirituales fueron abiertos. Y repentinamente, bajo esa luz, pudo ver cómo realmente estaba su alma. Y el hombre que salió de Jerusalén rico, y enriquecido de bienes, y con necesidad de nada, el hombre quien, al salir de Jerusalén, por las obras de la ley era irreprensible, había caído como el primero de los pecadores. {1 Tim 1:15}

Queridos hermanos Laodiceanos, necesitamos urgentemente tener el mismo encuentro. ¿Decimos “amén”? {Amén} Desesperadamente necesitamos encontrarnos con Jesús en nuestro camino, y mientras más pronto, mejor. ¿Están de acuerdo? {Amén} Que Dios nos ayude a ver, bajo esa luz brillante y deslumbrante que emana de Jesús, lo que necesitemos descubrir dentro de nosotros. Review and Herald, 16 de octubre, 1888. No, primero vamos a Review and Herald, 23 de marzo, 1911, hacia el final de la página 41. “La conversión de Saulo fue marcada por un arrepentimiento sincero mediante la confesión y un anhelo ferviente por el perdón del pecado. Antes de su conversión, Saulo había sido orgulloso y autosuficiente; ahora estaba lleno de pesadumbre y vergüenza; se aborrecía a sí mismo… A la luz de la revelación que había recibido, empezó a verse a sí mismo como el primero de los pecadores.”

Y queridos amigos, cuando tenemos ese tipo de encuentro, tendremos ese tipo de experiencia. Review and Herald, 16 de octubre, 1888: “Cuando al siervo de Dios se le permite que contemple la gloria del Dios del cielo, cuando el Eterno se quita su velo ante la humanidad, y el hombre comprende aunque sólo sea en pequeñísima medida la pureza del Santo de Israel, hará también sorprendentes confesiones de la contaminación de su alma antes que jactarse con altivez de su propia santidad.” Repito: Los Laodiceanos necesitan urgentemente encontrarse con Jesús.

Por favor observen otra dimensión de la experiencia de Saulo, y aprendamos de ella. ¿Qué más usó Dios para ayudarle a salir de su auto engaño y de su justificación propia? La ley, discernida espiritualmente. Ahora, por favor entiendan que así como la Palabra se discierne espiritualmente mejor en el Verbo hecho carne, así también la ley se discierne espiritualmente mejor en la personificación de la ley, Cristo Jesús. Y cuando Saulo vio por un instante a Jesús, la personificación de la ley, aquello que había estudiado por años y años y años, repentinamente se volvió espiritual, y por primera vez le fue expuesta la raíz del problema del pecado. La ¿qué? La raíz del problema del pecado. Pablo… Saulo estaba muy consciente del fruto del problema del pecado. ¿De qué estoy hablando? Estoy hablando de la conducta pecaminosa. Pero aunque Saulo estaba consciente del fruto del problema del pecado, estaba felizmente inconsciente con respecto a ¿qué? A la raíz del problema del pecado. La cual es ¿qué? El corazón egoísta detrás de la conducta.

Ahora, ¿qué fue lo que…? Analicemos esto juntos… ¿Qué fue lo que le ayudó a Saulo a reconocer la raíz del problema del pecado? ¿Qué fue? La ley, Romanos 7:7, escuchen su propio testimonio: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.” Sin embargo, ¿qué dimensión del problema del pecado es ésta que Saulo descubre por medio de este décimo mandamiento? ¿Es el fruto? ¿Es el pecado de la obra? Oh, no. Él sabía lo que constituía el pecado de la obra; ésa era su profesión. Él podía detallar para nosotros toda conducta pecaminosa, especialmente en lo que concernía a guardar el Sábado. Era bueno para identificar el pecado de la obra. De modo que les pregunto otra vez, ¿qué dimensión del problema por el pecado descubre por medio de la ley? El pecado por naturaleza, la raíz, el corazón egoísta. Y por favor observen, ¿cuál es el mandamiento que le ayuda a descubrir esto? ¿Cuál es? El número ¿qué? El número diez: “No codiciarás”. {Éx 20:17}

¿Por qué es que el número diez lo ayudó a descubrir esto? ¿Hay algo único del mandamiento número diez? ¿Alguna vez han pensado en esto? Por favor queridos amigos, no se permitan simplemente leer las Escrituras por encima. Deténganse y háganse preguntas pertinentes. Pablo, ¿por qué, por qué te ayudó el décimo mandamiento a descubrir esta dimensión del problema del pecado? ¿Hay algo único del mandamiento número diez? Oh, por supuesto que sí. ¿Qué es? Es el único de los diez que trata exclusivamente con lo que ocurre en la mente. Cada uno de los otros diez mandamientos tiene algo que uno puede hacer a nivel de la conducta para convencerse uno mismo de que está cumpliendo con los requisitos, porque tiene una aplicación conductual, ¿cierto? “No tendrás dioses ajenos delante de mí.” {Éx 20:3} Bien, tíralos todos; no lo haré. “No te harás imágenes”. “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”. ¡No lo haré! “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano…” {Éx 20:7} Me muerdo la lengua; no lo haré. “Acuérdate del día de reposo” {Éx 20:8-11}, por supuesto, cuenta conmigo; ahí estoy… aún en la Escuela Sabática, eso vale puntos adicionales. Me siento en la misma banca, con camisa y corbata, sí guardo el Sábado. “Honra a tu padre y a tu madre” {Éx 20:12}, sí, claro, están en el mejor asilo de ancianos. “No matarás.” {Éx 20:13} No le quitaría la vida a nadie. “No hurtarás.” {Éx 20:15} No, no tomo lo que no es mío. “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.” {Éx 20:16} Yo no digo mentiras, no, yo no. “No cometerás adulterio.” {Éx 20:14} Ni lo pensaría; le soy fiel a mi esposa. No hago ninguna de esas cosas, soy justo.

“No codiciarás”{Ex 20:17}. Veamos, ¿qué no codiciamos? ¿Hay algo que podemos hacer a nivel de la conducta para convencernos de que estamos guardando el décimo mandamiento? ¿Hay algo? No. ¿Por qué? Porque la codicia se lleva a cabo ¿dónde? En la mente. ¿Ahora se dan cuenta por qué fue el décimo mandamiento el que le ayudó a descubrir la raíz del problema por el pecado? Es único, ¿no es así? Escuchen esta declaración, Patriarcas y Profetas, página 309: “El décimo mandamiento ataca la”, ¿qué? “La raíz misma de todos los pecados, al prohibir el deseo egoísta, del cual nace el acto pecaminoso.” Ahí tienen la diferencia entre la raíz y el fruto. ¿Entienden? ¿Cuál es el fruto? El acto pecaminoso, los pecados: con minúscula. ¿Cuál es la raíz? El corazón egoísta, el deseo egoísta; el Pecado, con mayúscula.

Tenemos que jugar de esta manera con el idioma para distinguir entre los diferentes aspectos del problema del pecado. Tanto en griego como en hebreo, había todo tipo de diferentes palabras para definir el problema del pecado. Pero nosotros tenemos que decir: “Pecado con mayúscula” y “pecados con minúscula”. “Pecado con mayúscula” es la raíz; es el corazón egoísta; “pecados con minúscula” es el fruto. Y queridos amigos, por favor entiendan… Por favor escúchenme: Es absolutamente imperativo que reconozcamos la raíz del problema del pecado antes de siquiera estar en posición de experimentar una conversión genuina. Quiero repetir eso: Es absolutamente imperativo que reconozcamos la raíz del problema del pecado antes de siquiera estar en posición de experimentar una conversión genuina. ¿Por qué? Permítanme decirlo de esta manera: Es inevitable que vayamos a buscar una solución al pecado que sea directamente proporcional a nuestro entendimiento del problema del pecado. ¿Qué opinan? ¿Lo entendieron? Permítanme repetirlo. Es inevitable que vayamos a buscar una solución al pecado que sea directamente proporcional a nuestro entendimiento del problema del pecado. Si pienso que tengo sólo un pequeño problema de pecado, buscaré sólo una pequeña solución al pecado. ¿Entendemos esto? Si sólo pienso que mi problema del pecado son mis “pecados”, las cosas malas que digo y hago, solamente pediré perdón por mis “pecados”. ¿Escuchan lo que les estoy diciendo? Pero, ¿hay más que el problema de los “pecados”? ¡Sí! Existe el “Pecado con mayúscula”, la raíz, ¡el corazón egoísta! Y queridos amigos, no le pediré a Dios que me dé la solución a la raíz del problema a menos que reconozca que la tango. ¿Le ven el sentido? Inevitablemente buscaremos una solución al pecado que es directamente proporcional a nuestro entendimiento de nuestro problema del pecado. Y queridos hermanos, es en este aspecto que estamos teniendo dificultad como pueblo, porque hay tantos, aún en esta iglesia amada, que quieren limitar la definición de pecado a la trasgresión voluntaria de la ley de Dios… Al fruto.

Pero quiero decirles que ése no es el todo del problema. Está la raíz, el corazón egoísta que recibimos como derecho de nacimiento. La sierva del Señor lo llama “el pecado innato”.La sierva del Señor le llama ¿qué, alumnos? “El pecado innato {ST, Dec 17, 1885 par. 14}”. Obviamente estamos hablando de algo más que sólo una elección voluntaria, ¿no es así? ¿De qué estamos hablando cuando hablamos del pecado innato? Estamos hablando del corazón egoísta por naturaleza, de la raíz de todos los pecados que cometemos. ¿Estamos juntos en esto? Es por eso que es tan imperativo que reconozcamos la plenitud del problema del pecado. Porque nunca estaremos en posición para experimentar una conversión total porque inevitablemente pediremos por la solución que pensamos que necesitamos. Y si pensamos que sólo tenemos “pecados” que necesitan ser perdonados, eso es todo lo que pediremos. Pero si reconocemos que tenemos “Pecado” que necesita ser vencido, así como también perdonado, también buscaremos esa solución, ¿amén? ¿Le ven el sentido?

Escuchen la manera en la cual la pluma inspirada presenta esta verdad. Fe y Obras, página 31: “El alma debe primeramente ser convencida de pecado antes que el pecador sienta el deseo de acudir a Cristo. ‘El pecado es infracción de la ley.'” {1 Jn 3:4} Ésta es la definición clásica, la definición bíblica – buena, pero tengan cuidado. “‘El pecado es infracción de la ley.'” Luego cita Romanos 7:7, que hemos estado estudiando. “‘Yo no conocí el pecado sino por la ley.’ Cuando el mandamiento penetró en la conciencia de Saulo, el pecado revivió y él” ¿qué? “Murió”. Se vio condenado por la ley de Dios. El pecador no puede ser convencido de su culpabilidad a menos que entienda qué constituye el pecado.” ¿Quedó claro? “El pecador no puede ser convencido de su culpabilidad a menos que” ¿qué? “…que entienda qué constituye el pecado.”

Ahora, ¿qué constituye el pecado? Eso es fácil, “El pecado es infracción de la ley,” siguiente pegunta. Tengan cuidado. Sí, “El pecado es infracción de la ley”, 1 Juan 3:4. Pero queridos amigos, eso nos lleva a otra pregunta. ¿Qué es la ley? ¿Decimos “amén”? {Amén} Seguro, estoy de acuerdo con usted, “El pecado es infracción de la ley”. Pero entonces tengo que preguntarles, ¿qué es la ley? Si la ley, sigan este concepto: Si la ley es solamente un código moral que se aplica a nuestra conducta, entonces ¿qué es lo único que el pecado es? Una infracción a nivel de la conducta, ¿cierto? Y lo único por lo cual necesito pedir perdón es por mis pecados, por esas elecciones voluntarias que hago para rebelarme en contra de la ley de Dios, y por las cosas malas que hago. Pero ¿es ése el todo de la ley? ¿Es solamente un código moral que se aplica a mi conducta? ¿Lo es?No, ¿qué más es?

Es la trascripción del carácter de Dios. Palabras de Vida del Gran Maestro, página 305: “La ley de Dios es la trascripción de”, ¿qué? “…de Su carácter.” ¿Y cuál es el carácter de Dios? ¿Qué es carácter? “Los pensamientos y los sentimientos combinados.” {5T 310.1} Como tal, la ley tiene jurisdicción sobre ¿qué? Sobre nuestros pensamientos y sentimientos, ¿amén? Ya establecimos eso. Por consiguiente, podemos quebrantar la ley a nivel de nuestros ¿qué? De nuestros pensamientos y sentimientos. No sólo a nivel de nuestras palabras y acciones, sino ¿qué más? A nivel de nuestros pensamientos y sentimientos. Sí, el pecado es la infracción de la ley. Pero a la ley, siendo una trascripción del carácter de Dios, podemos quebrantarla en la privacidad de nuestra mente. Pero ni siquiera eso es el fin de lo que la ley es. ¿Qué más es la ley, queridos hermanos? Por favor observen esta dimensión aún más profunda de lo que la ley es. El Camino a Cristo, página 60: “La ley de Dios es una expresión de Su misma naturaleza…” ¿Decimos “amén”? {Amén} ¿Qué es la ley? “Es una expresión de Su misma naturaleza”.

¿Cuál es la naturaleza de Dios en una palabra? Amor.

¿Cuál es nuestra naturaleza en una palabra? Egoísmo.

Es por eso que somos egoístas por naturaleza. ¿Entendemos esto? Ésta es la raíz del problema del pecado: es nuestro corazón naturalmente egoísta. Y debido a que tenemos corazones egoístas, tenemos pensamientos y sentimientos pecaminosos. Y debido a que tenemos pensamientos y sentimientos pecaminosos, decimos palabras y hacemos acciones pecaminosas. ¿Entendieron? Pero las palabras y las acciones pecaminosas son simplemente el fruto del problema del pecado. La raíz está debajo de la superficie. Es el corazón egoísta, los motivos egoístas, el espíritu egoísta, los deseos egoístas que están debajo de la superficie. Y queridos amigos, se le debe permitir a la ley hacer su obra en el corazón para poder estar listos para experimentar una conversión total y completa. En otras palabras, se le debe permitir a la ley ser nuestro ayo completo antes de estar listos para correr a Cristo y ser justificados por ¿qué? Por fe. {Gál 3:24}

Si la ley no es capaz de exponer ante nosotros la raíz del problema del pecado, bien podemos pensar que nuestro cumplimiento con el régimen de la ley a nivel de la conducta nos hace ¿qué? Justos. ¿Comprenden esto? Pero cuando la ley proyecta su rayo de luz en el centro de nuestro ser, y nos hace saber que no sólo se preocupa de lo que hacemos y lo que no hacemos sino especialmente por qué lo hacemos, y por qué no lo hacemos, el motivo detrás de todo, entonces, repentinamente, nos ayuda a reconocer la raíz del problema. Y eso es lo que la ley finalmente le ayudó a Saulo a reconocer. Y queridos amigos, eso es lo que la ley necesita ayudarnos a reconocer también hoy. ¿Decimos “amén”? {Amén} ¿Y saben por qué? ¿Saben por qué hay tanta gente no convertida y convertida a medias en esta iglesia amada y en el Cristianismo entero? Porque hay una escasez de predicación, como la hizo el Predicador Maestro, de la ley de Dios, desde nuestros púlpitos. No se le ha permitido a la ley ser un ayo completo, para exponer ante nosotros la profundidad de nuestro problema del pecado. Y a quien no se le haya enseñado la profundidad de su problema del pecado, no irá, ciertamente no podrá ir, al Salvador y recibir la plenitud de la solución al pecado porque no conoce la plenitud del problema del pecado, y por supuesto, no pedirá por la plenitud de la solución al pecado. ¿Ha quedado claro?

Escuchen esta declaración extraordinaria. Mente, Carácter y Personalidad, página 32: “La ley de Jehová es sumamente amplia. Jesús declaró llanamente a sus discípulos que la santa ley de Dios podía ser violada aun por los” ¿qué? “…por los sentimientos, los pensamientos y los deseos, tanto como por las obras y las palabras. …cuando la ley sea vista en su poder espiritual, entonces, los mandamientos se posesionarán del alma con toda su verdadera fuerza. El pecado aparecerá sumamente pecaminoso… Ya no habrá más justicia propia, estima propia, honor propio. La seguridad propia habrá desaparecido. El resultado será una profunda convicción de pecado y aversión hacia sí mismo, y entonces el alma, comprendiendo el peligro que corre, se aferrará de la sangre del Cordero de Dios como su único remedio.” Para eso fue dada la ley, para ser un ayo que nos guíe a Cristo para que podamos ser justificados por ¿qué? Por fe… Por fe… Por fe.

Otra declaración, tengo que compartirla: Manuscript Release, Tomo 10, página 287: “La ley de Dios, presentada en las Escrituras, es amplia en sus requerimientos. Cada principio es santo, justo y bueno. La ley impone a los hombres obligaciones frente a Dios. que alcanzan hasta los pensamientos y sentimientos del alma, y producirá una convicción de pecado en todo el que esté persuadido de haber transgredido sus requerimientos. Si la ley abarcara sólo la conducta externa, los hombres no se sentirían culpables de sus pensamientos, deseos y designios erróneos. Pero la ley requiere que el alma misma, el agente espiritual, sea pura, la mente santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de amor y justicia. Mediante su luz, los hombres se ven culpables delante de Dios.” Y queridos amigos, eso es exactamente lo que todos nosotros necesitamos reconocer si vamos a estar listos para tener una conversión completa y genuina. Necesitamos vernos ¿de qué manera? Culpables delante de Dios. Y en mi opinión, éste es precisamente el problema principal en el Cristianismo moderno, popular.

Parece haber una terrible aversión, entre los predicadores del Evangelio, a decir cualquier cosa que haga sentir culpable a alguien. “Oh, no queremos que la gente se sienta culpable… Queremos que todos se sientan aceptados.” Ésa es una falsificación mortal, hermanos. Sí, somos aceptados, pero solamente en ¿quién? En el Amado. Y ni usted ni yo tenemos derecho a reclamar la aceptación en el Amado a menos que hayamos venido con un arrepentimiento pleno y profundo al pie de la cruz y hayamos recibido el perdón por nuestros pecados y el poder para vencerlos. ¿Decimos “amén”? {Amén} Otra declaración, El Deseado de Todas las Gentes, página 308: “Cuando la ley fue proclamada desde el Sinaí, Dios hizo conocer a los hombres la santidad de Su carácter, para que por el contraste pudiesen ver cuán pecaminoso era el propio. La ley fue dada para convencerlos del pecado, y revelar su necesidad de un Salvador. Haría esto al ser aplicados sus principios al corazón por el Espíritu Santo. Todavía tiene que hacer esta obra.” ¿Decimos “amén”? {Amén} “Todavía” ¿qué? “…tiene que hacer esta obra.” ¿Aún hoy? Sí, especialmente hoy. “En la vida de Cristo son aclarados los principios de la ley”. ¿Dónde son aclarados? En la vida de Cristo. Otra vez, la mejor manera de discernir la naturaleza espiritual de la ley, es viéndola en la vida de Jesús. Ahí es donde realmente vemos el amor sacrificado y abnegado de Dios. En la vida de Cristo, ¿amén? Y eso es el todo de la ley: amor sacrificado y abnegado. “En la vida de Cristo son aclarados los principios de la ley; y al tocar el corazón el Espíritu Santo de Dios, al revelar la luz de Cristo a los hombres la necesidad que ellos tienen de su sangre purificadora y de su justicia justificadora, la ley sigue siendo un agente para atraernos a Cristo, a fin de que seamos justificados por”, ¿qué? “…por la fe.” Oh, hermanos, les suplico que permitan que la ley sea un ayo completo en su vida… Por favor. Permitan que sea un ayo completo. {Gál 3:24}

Ahora, hay algo más que Dios usa para atraernos a la cruz. La ley nos conduce a una conciencia de nuestra culpabilidad y de nuestra urgente necesidad del perdón. La ley nos conduce. Pero mientras la ley nos conduce, el Cordero nos atrae, ¿amén? {Amén} “Y yo, si fuere levantado” ¿qué? “…a todos atraeré a mí mismo.” {Jn 12:32} Y estos dos poderes sobrenaturales obrando juntos, nos llevarán, a menos que activamente resistamos, nos llevarán al pie de la cruz. {Amen} La ley nos conducirá y el Cordero nos atraerá. Y observen cuán bellamente entrelazados están en esta declaración, la conducción de la ley y la atracción del Cordero. Review and Herald, 2 de septiembre, 1890, al principio de la página 43: “ Cuando miramos hacia la cruz, y ahí contemplamos al Hijo doliente del Dios infinito, nuestros corazones son movidos al arrepentimiento. Jesús se ofreció para cumplir con las demandas más altas de la ley, a fin de ser el justificador de todos los que en Él creen. Miramos hacia la cruz y vemos en Jesús a un Dios completamente satisfecho y reconciliado. Jesús es la justicia. ¡Cuanta plenitud se expresa en estas palabras! Y cuando podemos decir individualmente: ‘Jehová es mi Justicia’, entonces ciertamente podemos regocijarnos, ya que el sacrificio expiatorio visto por medio de la fe brinda paz y consuelo y esperanza al alma temblorosa, abrumada por su sentimiento de culpa. La ley de Dios…” ¿De dónde viene este sentimiento de culpa? “La ley de Dios detecta el pecado, y mientras el pecador es atraído al Cristo agonizante, percibe el carácter atroz del pecado, se arrepiente y recurre al remedio, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Amigos, ésa es una conversión genuina.

Pero ¿vieron los dos factores obrando juntos? La ley conduce y el Cordero atrae. La ley condena y el amor atrae… nos atrae a recibir el perdón, como también un corazón nuevo. Escuchen con atención: Cuando venimos a la cruz, por el poder del Espíritu Santo, podremos sentir una tristeza genuina por nuestro pecado, la cual nos conduce a un arrepentimiento genuino del pecado. Por favor observen que estoy usando el término calificador “genuino”. Existe una tristeza falsa por el pecado y un arrepentimiento falso. 2 Corintios 7:10: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para la salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce”, ¿qué? “…muerte”. ¿Se arrepintió Judas de su pecado?¿Se arrepintió? Sí, pero ¿era una tristeza genuina? ¿Era un arrepentimiento genuino? No. Cuando arrojó esas treinta piezas de plata a los pies del sumo sacerdote y dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente”, {Mt 27:4} se sentía terriblemente mal por la consecuencia del pecado. Y esa tristeza lo llevó a ¿qué? ¿Qué dice? “Pero la tristeza del mundo produce”, ¿qué? “…muerte”. {2 Cor 7:10} ¿Qué prosiguió a hacer? Fue y se ahorcó. Fue y se ahorcó. {Mt 27:5}

Queridos amigos, la tristeza genuina nos conduce a la cruz, y ahí recibimos ¿qué? El regalo del arrepentimiento. Hechos 5:31: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.” Ahora, todos reconocemos que el perdón de los pecados es un regalo de gracia, ¿amén? Pero reconozcan que el arrepentimiento también lo es… El arrepentimiento también lo es. Al igual que el perdón, el arrepentimiento es un regalo. Uno no puede generar una tristeza genuina por el pecado. Uno no puede generar un arrepentimiento genuino por el pecado. Pero uno puede venir a la cruz y por el poder del Espíritu Santo recibir ambos como un regalo. El amor de Cristo inspirará en nosotros una tristeza por el pecado. ¿Por qué? Porque al pie de la cruz veremos lo que nuestros pecados le hicieron a Jesús. ¿Amén? {Amén} Y repentinamente reconoceremos cuán terrible es el pecado, porque ha causado el sufrimiento infinito del Hijo de Dios, quien exclama con un corazón quebrantado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” {Mt 27:46} ¿Y por qué había desamparado Dios a Su Hijo? Porque “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. {2 Cor 5:21} Y lo trató como un pecador… para que la terrible consecuencia del pecado no tuviera que caer sobre nosotros. Se tiene que amar a un Dios que es así. ¿Decimos “amén”? {Amén}

Oh hermanos, cuando vamos a la cruz y escuchamos a Jesús decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” …nosotros también necesitamos decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aceptado?” Y está basado en lo mismo. Dios lo rechazó debido a la imputación de mi pecado a Él. Y Él me acepta debido a la imputación de Su justicia a mí. Ambos somos tratados – tanto Cristo como el pecador – no como merecen, sino según merece el otro. Cristo fue tratado como nosotros merecemos ser tratados a fin de que nosotros fuésemos tratados como Él merece. Y cuando reconocemos la tristeza y el sufrimiento que nuestro pecado está causando al corazón de Dios, eso nos llevará a sentir, por el poder del Espíritu Santo, una tristeza genuina por el pecado… Y eso nos llevará a un arrepentimiento genuino por el pecado. Y eso es un regalo. Y con ese espíritu de arrepentimiento y tristeza genuina por el pecado, ¿qué exclamaremos? Pediremos a gritos la plenitud de la solución al pecado. Pediremos a gritos la ¿qué, amigos? La plenitud de la solución al pecado.

En otras palabras, no sólo pediremos el perdón de nuestros pecados, sino también le pediremos a Dios que nos dé la solución al pecado. ¿Y escuchan eso en la oración de David? ¿Lo escuchan? La oración modelo de arrepentimiento y conversión genuina, Salmos 51:9 y 10; presten atención. Conducidos por la ley y atraídos por el Cordero. Él sólo tenía el Cordero en tipo; nosotros tenemos el anti-tipo. Pero conducido por la ley y atraído por el Cordero, ¿qué exclama David desde la profundidad de su alma? “Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.” ¿Qué dimensión del problema del pecado es ésa? Es el fruto. ¿Es importante recibir perdón por las cosas malas que hemos hecho? Sí… Pero ¿es eso todo lo que debemos pedir? No, ¿por qué? Porque aún está la ¿qué? La raíz. Es por eso que David inmediatamente después añade estas palabras: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Ahora, ¿de qué está hablando? ¿Qué está reconociendo? La raíz del problema, su corazón naturalmente egoísta. Y a propósito, ¿qué acaba de reconocer en el versículo 5? “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” Está totalmente consciente del pecado innato, ¿no es así? De ese corazón egoísta que recibió como herencia, y ahora estando consciente de eso, estando plenamente consciente del problema del pecado, está en posición de pedir y recibir la plenitud de la solución al pecado. Y queridos amigos, nosotros debemos orar la misma oración. Y algunos de ustedes estarán diciendo en este momento, “Bueno, no tiene que exhortarme a hacer eso. Lo hice hace muchos, muchos años. En realidad, lo he hecho varias veces, ‘Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.’ Le he pedido que haga eso.” Queridos amigos, por favor dense cuenta que Dios escucha nuestro corazón más que nuestras palabras. ¿Es posible haber pronunciado las palabras, “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”, sin ser sincero? ¿Es posible? ¿Y podemos engañar a Dios haciéndole creer que realmente fuimos sinceros? ¿Podemos? No.

Así que por favor, saben que no estoy tratando de hacerles dudar de la autenticidad de su conversión. Y a propósito, si son convertidos genuinamente, lo que hemos estado compartiendo aquí, solamente ha afirmado que su experiencia es genuina. Pero queridos amigos, por favor dense cuenta de que estoy tratando de ayudarles, si es necesario, a llegar a reconocer que quizá su experiencia no es genuina. Que quizá realmente no ha sido convertido. Que quizá sólo ha estado fingiendo por tantos años. ¿Es ésa una posibilidad? ¿Estaría dispuesto a considerarlo como una posibilidad… si el Espíritu Santo ha traído la convicción de que quizá necesite humillarme, sé que es difícil, particularmente si ha sido un Nicodemo. ¿Entienden? Un Nicodemo. Elevado y exaltado y estimado y admirado y si se le ha confiado una posición de liderazgo. Y sin embargo, ¿qué le dijo Cristo? Tienes que nacer de nuevo, Nicodemo. {Juan 3:3} No eres converso. Y queridos hermanos, puede ser que haya algunos Nicodemos aquí presentes. ¿Es eso posible? Pero les suplico, ¡no sean tan orgullosos! Por favor no sean tan orgullosos. Estén dispuestos a venir a la cruz y exclamar junto con David, “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Y les prometo, queridos amigos, si de verdad son sinceros, si realmente son sinceros, Jesús cumplirá su promesa del nuevo pacto.

¡La cumplirá! ¿Y cuál es la promesa del nuevo pacto? Oh, es tan bella; es doble. ¿Por qué? Porque hay una necesidad doble. Y Su solución se hace cargo del problema. ¿Cuál es la solución? Hebreos 10:16, “Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré”. Ésa es la solución al problema del pecado, a ese corazón egoísta que recibimos por naturaleza. Y entonces, por favor observen lo siguiente: “añade: y nunca más me acordaré de sus pecados y trasgresiones.” Y ésa es la solución al ¿qué? Al fruto. Tiene la solución a la raíz y al fruto, queridos amigos. Quiere darnos la plenitud de la solución al pecado, pero no puede hacerlo a menos que la pidamos.

Como hermano que los ama, les suplico que se la pidan. Por favor pídansela. Cuando recibimos ese corazón nuevo, nos convertimos en una nueva criatura. El cambio es tan radical que lo llamamos nacer de nuevo. Testimonios, Tomo 4, página 17: “La verdadera conversión es un cambio radical.” Es un ¿qué? “Es un cambio radical. La misma tendencia de la mente, y la inclinación del corazón serán desviados, y la vida llegará a ser nueva en Cristo.” Queridos amigos, por favor dense cuenta, por favor, que esta experiencia no es común. Es rara… Es rara. No asuman que la han tenido. ¿Acaso no quieren tener esa experiencia? Quizá algunos de ustedes la han tenido, pero ¿estarían dispuestos a reconocer que si la tuvieron ayer, no es suficiente para hoy? Debemos ser convertidos de nuevo cada día. La sierva del Señor nos dice que con cada paso que demos en nuestra experiencia cristiana, nuestro arrepentimiento se profundizará. {AA 561.2}

La ley nos conduce cada día y el Cordero nos atrae cada día. Y cada día nos arrodillamos y pedimos perdón por nuestros pecados y decimos, ¿qué? “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Y queridos amigos, cuando pronunciamos esa oración, cuando pronunciamos esa oración, les prometo, Dios cumplirá con Su promesa del nuevo pacto. Nos dará ese corazón que tiene la ley de Dios escrita en él, y tendremos una actitud radicalmente diferente hacia Su ley.

Signs of the Times, 24 de noviembre, 1887: “El corazón carnal que ‘no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede’, es hecho espiritual, y exclama junto con Cristo: ‘El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está'” ¿dónde? “‘…en medio de mi corazón’.” Y con un corazón nuevo, repentinamente la experiencia cristiana se vuelve un placer y un gozo. Y hay paz y felicidad que no habíamos conocido antes. ¡Se los prometo! Y salimos del modo del deber, para entrar al modo del placer, en lo que tiene que ver con la obediencia. Y hay una dulzura y un gozo indescriptibles.

¿Tienen esa experiencia? Si no es así, por favor, por favor no demoren en correr a la cruz, conducidos por la ley, atraído por el Cordero, y pida a gritos desde la profundidad de su alma, no sólo por el perdón de sus pecados, sino por un corazón nuevo. ¿Es ése su deseo? Si así es, ¿estarían dispuestos a pasar adelante? Quiero invitarlos, a quienquiera que desee hacerlo, ¿estarían dispuestos a pasar adelante? Alabado sea Dios… Alabado sea Dios… Alabado sea Dios. Cantemos juntos: “Salvador, a ti me rindo, obedezco sólo a ti. Mi guiador, mi fortaleza, todo encuentro, oh Cristo, en ti. Yo me rindo a ti, yo me rindo a ti; mi flaqueza, mis pecados, todo rindo a ti.”

Padre nuestro que estás en los cielos, el amor de Cristo ha conquistado nuestros corazones. Sí, la ley nos trajo pero el amor nos atrajo, y por eso estamos aquí. Y por eso exclamamos junto con David, desde la profundidad de nuestra alma, no sólo por el perdón de nuestros pecados, no sólo que borres nuestras maldades, sino que exclamamos especialmente: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Cumple en mí Tu promesa del nuevo pacto. Hazte cargo de la raíz del problema del pecado, por favor. Dame ese corazón nuevo que es gobernado por el amor. He tratado por mucho tiempo de hacer que este corazón egoísta se conduzca bien, y lo único que he logrado es hacer de mí un sepulcro blanqueado. Pero quiero ser sincero; quiero ser cambiado de adentro hacia afuera. Así que por favor comienza ese proceso y comiénzalo ya. Que sea motivado por el amor. Que verdaderamente pueda decir junto con David y con Jesús: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y Tu ley está en medio de mi corazón.” Gracias porque con un corazón que es motivado por el amor podemos obedecer verdaderamente. Pues sólo el amor es el cumplimiento de la ley. Ahora podemos cumplir con el espíritu de la ley. Y mantener nuestra conducta conforme al régimen de la ley ni siquiera será un problema cuando nuestros corazones estén en armonía con el espíritu. Oh Señor, es mi oración que nos enseñes a amarte más y más cada día, a amarte supremamente y a otros desinteresadamente. Y entonces úsanos, al revelar tu amor, para también atraer a otros a una relación salvadora contigo. Con este fin comprometemos nuestras vidas a ti. Y te agradecemos que por Jesús, nos recibes. En Su nombre. Amén. {Amén} Que Dios los bendiga, queridos amigos.

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